La Noche de las Ánimas, que así deberíamos llamar en nuestro idioma a All Hallows Eve, esa fiesta que se conoce popularmente como Halloween se acerca y lo que más miedo da no son las almas perdidas, espíritus o fantasmas que, se supone, nos visitan esa noche: lo que más temor infunde son determinados humanos que, durante ese día y las jornadas previas, pierden la chaveta y hasta hacen partícipes de su chaladura a los pobres perros que tienen a cargo, a los que disfrazan. Y, no, no es buena idea hacerlo. Te explicamos por qué:
Humanizar a un perro está mal
Un perro, por mucho que le quieras, es un perro y, esto debes tenerlo claro, es muy feliz siéndolo. Tratarlo como si fuera un humano y, por ejemplo, ponerles ropa o disfrazarles está mal. ¿Te gustaría a ti que te pusieran un collar de perro, parafilias al margen? Seguramente, no y, en consecuencia, debes entender que a tu perro, tampoco le gusta que le disfraces. Y no le gusta por varias razones: no necesita salir vestido a la calle –como mucho, algún tipo de cobertor si hace mucho frío-, no está capacitado para entender esa fiesta que a nosotros tanto nos gusta y, además, se sentirá cohibido, tenso y extraño. Seguramente, consideres que no le haces ningún daño al vestirlo pero, ahora bien ¿le aportas algún benificio? Pues no: de hecho, haces lo contrario.
Consecuencias graves a largo plazo
Si estas conductas se repiten en el tiempo, los etólogos consideran que pueden derivar en problemas de comportamiento que incluirán, en función del grado de molestia y tensión que se le cause al animal, hasta ataques a sus cuidadores, miedos y rechazo a la propia imagen. Un perro sometido a situaciones de tensión puede acabar, incluso, autolesionándose de manera compulsiva al dar vueltas sobre sí mismo e intentar morderse el rabo. Los perros no son ni personas ni juguetes: son animales y nuestra obligación es alimentarlos, cuidarlos y darles el cariño que se merecen y que ellos ofrecen de manera desinteresada.