Tu gato tiene más remilgos que tu perro y, por eso, conviene que tengas cuidado a la hora da darle de comer y beber porque, si no lo haces como a él le gusta, puedes ocasionarle problemas graves y hacer que, por ejemplo, no beba el agua suficiente. Nunca, bajo ningún concepto, debes colocar su bebedero al lado del plato en el que come porque su instinto le impedirá, muy probablemente, beber ese agua. Te explicamos por qué.

Perros vs gatos
Los gatos monteses, ancestros del gato doméstico, eran y son animales exclusivamente cazadores y a diferencia del lobo, que no tiene remilgo alguno a la hora de consumir carne de animales muertos (carroña) los gatos sólo lo hacen cuando no hay más remedio. Para un gato montés, lo ideal es consumir presas recién cazadas, ya que está más preparado que el perro para percibir sabores y texturas. Un cadáver que empieza ya a descomponerse no es bocado de gusto para un gato salvaje y estas costumbres han sido heredadas por los gatos domésticos. Por instinto, unos y otros suelen rechazar este tipo de alimentos y, también y por extensión, cualquier acumulación de agua cercana a restos de animales muertos o cualquier tipo de comida. Con ello, se evita la ingesta de aguas contaminadas y, por eso, tu gato sólo beberá de ese cuenco que pones al lado de su comedero si no tiene más remedio.

¿Qué hay que hacer?
Ahora que ya sabes que si le colocas el agua al lado de la comida tu gato la rechazará de entrada, lo tienes fácil: separa unos metros el comedero del bebedero e intenta, a poder ser, que esté siempre lleno, porque, si no es así, intuirá que puede ser agua corrompida. De lo contrario, el gato buscará sus propias soluciones y beberá de los vasos que encuentre por casa o, directamente (hay muchos casos) aprenderá a abrir grifos.