Las nuevas tecnologías nos aportan casi un sinfín de posibilidades y, entre ellas, la de ser espiados. Cada vez salen a la luz más casos acerca de la vigilancia a la que estamos sometidos y de la que a menudo no somos conscientes.
Varias firmas importantes del sector de la tecnología advierten en la letra pequeña que pueden grabar lo que decimos. Una prueba reciente sobre si nos espían ha aparecido en los últimos días con la polémica demanda a la marca de auriculares Bose por parte de un usuario.
Según la información de Reuters, cuando Kyle Zak quiso utilizar la app de Bose para sus auriculares se sintió extrañado al tener que dar su email, su nombre y el número de serie de los audífonos. Por esa razón, el demandante decidió leerse las condiciones del servicio, donde descubrió que la aplicación de la compañía enviaba información de los teléfonos a empresas de terceros como Segment.io, dedicada a la comercialización de datos personales en otros lugares sin determinar.
La venta de datos personales
Otras importantes firmas, como Samsung, ya han reconocido en el pasado que ciertos productos suyos, como los Smart TVs, pueden grabar lo que decimos y esa información “podría ser transmitida a empresas de terceros”.
Según alegó la empresa surcoreana, al estar los aparatos conectados a la red y capturar los comandos de voz, las conversaciones podían llegar a ser grabadas y advertía en los contratos de privacidad tener en cuenta si las palabras utilizadas contenían información privada o sensible. Ante esta polémica, Samsung decidió reescribir ese fragmento de su política para explicar que dichas grabaciones solo tenían que ver con los comandos de voz y que las empresas de terceros, como Nuance, especializada en reconocimiento de voz, utilizaban esa recopilación para mejorar sus servicios.
Samsung no es la única en su sector: Sony, Panasonic o Toshiba, entre otros, también recopilan información personal, según los expertos en seguridad.
La venta y comercialización de nuestros gustos, hábitos y otra clase de información personal es un modelo de negocio extendido por toda la tecnología que pasa por nuestras manos. Los miles de millones de personas que comparten su vida por las redes sociales se exponen al tráfico de dicha información entre empresas. Paulatinamente, los datos que extraen de los usuarios dependen cada vez menos de lo que se decide publicar o no.
El Internet de las cosas provoca que los aparatos de nuestro entorno estén conectados entre sí y, a su vez, con centros de datos, por lo que cada vez los ojos y oídos externos están más encima.
Los teléfonos tienen oídos
La primera vez que utilizamos una aplicación en nuestro smartphone o tablet, aceptamos unos permisos que, a menudo, suponen la apertura de puertas a nuestros dispositivos. Esos permisos dan acceso a las empresas a conocer nuestra ubicación, a nuestras fotos y vídeos, a nuestra lista de contactos y otro tipo de configuraciones.
Además, cuando utilizamos comandos de voz con el teléfono pasa como con los Smart TVs, que están escuchando a la espera de que nos dirijamos a ellos. Ante esta tesitura, las compañías siempre defienden que todas esas informaciones viajan con encriptación y, por ello, no corren peligro de ser hackeadas; pero no es menos cierto que todos esos datos ‘privados’ se recopilan y cuantifican en servidores y viajan de un lado a otro dentro de un mercado dedicado.