Los primeros ninis, los que hicieron célebre el término, ni estudiaban ni trabajaban e, indefectiblemente, se multiplicaron cuando la casi ya olvidada EGB dio paso a la actual ESO. La palabra describía a jóvenes, casi siempre sin titulación, que ni estudiaban ni trabajaban porque sus escasas ambiciones, la permisividad paterna y la incapacidad del mercado laboral para incorporar al personal menos cualificado les dejaba en una situación que, si se prolongaba durante demasiados años, incapacita a cualquiera para tener una vida normal. Hoy, aunque quedan ninis, la ampliación del abanico de opciones formativas gracias, entre otros factores, al incremento de programas de formación profesional, ha limitado su volumen. Sucede, sin embargo, que hay otro segmento de población al que, también y sin ellos quererlo, se les puede aplicar ahora el término: los mayores de 50 que pierden el empleo.

Una oficina de empleo
 

No trabajan porque no les dejan

El edadismo, esa lacra que acecha a cualquiera que pase de los 45 y tenga que buscar trabajo, los ha generado. Están ahí, son los nuevos ninis y el siguiente, quizá, podrías ser tú. Son profesionales que, sencillamente, no trabajan porque nadie les contrata. La proliferación de ayudas públicas (ingreso mínimo vital y sus equivalentes regionales) parchea una situación que lamina la autoestima de cualquiera que la sufre.

¿Quiénes son?

Los nuevos ninis son aquellos a los que ni les dejan trabajar ni les dejan jubilarse, porque la proliferación de ayudas es paralela a la lucha sin cuartel contra las jubilaciones anticipadas.  En todo caso, se trata de una realidad sangrante que victimiza a personas en edad de seguir aportando, que no consiguen un empleo porque un sector notable de los encargados de selección de personal considera que son demasiado viejos o que están obsoletos. Y lo cierto es que los mayores de 50 no están ni son demasiado mayores ni son incapaces de adaptarse. Por edad, han superado cambios más disruptivos que los actuales. Ellos, y no otros, vivieron la aparición de Internet y, también, la de los teléfonos móviles. Y lo superaron sin dejar de entender la tecnología como la herramienta que es. ¿Hay algo que les impida poner a su servicio las TIC? Sí: los prejuicios de muchos empleadores o, también, su miedo a trabajar con alguien que, quizá, los supere en capacidades y experiencia. Contratar a un mayor de 50 tiene, además, otra ventaja: garantizan un compromiso de permanencia que un profesional más joven casi nunca asume.