Se supone, o al menos eso dicen quienes la han usado, que ChatGPT es una herramienta asombrosa capaz de responder a cualquier pregunta de manera coherente y hasta, incluso, elaborar textos medio decentes, así que a nadie se le escapa que tamañas habilidades son algo tal que el Cerro Potosí para la legión de vagos integrales avezados en el manejo de cualquier herramienta tecnológica que llena las aulas de medio Occidente. Con todo, no debe cundir el desaliento, porque queda espacio para la esperanza: un estudiante de informática de la Universidad de Princeton acaba de desarrollar una herramienta capaz de detectar si ChatGPT se ha utilizado para redactar un texto.

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Precedentes

El estudiante, que se llama Edward Tian, es un tipo listo, pero no sólo por ser capaz de desarrollar una herramienta así de útil; sino, también, por saber detectar oportunidades de negocio: el mismísimo departamento de Educación de la ciudad de Nueva York ha prohibido ya a los estudiantes de sus escuelas e institutos la utilización de ChatGPT en las aulas. Y lo ha hecho porque muchos profesores tienen claro que los primorosos textos que han empezado a presentar algunos alumnos no tienen nada que ver con sus habilidades y conocimientos, ya que son sólo el resultado de una aviesa utilización de la novedosa herramienta conversacional.

Detecta patrones

El invento de Edward Tian detecta los patrones clásicos de ChatGPT, una aplicación que genera textos con características poco habituales en textos elaborados por personas. Nosotros, más creativos, utilizamos menos frases uniformes en longitud y composición y del hipérbaton mano a menudo echamos, justo como yo acabo de hacer. Moraleja: que los profesores y editores que en el mundo han sido y son tengan a bien desconfiar de todos los apóstoles de esa uniforme y aburrida manera de escribir que llaman lenguaje llano y que, más que para hacer que las cosas se entiendan, sirve para expandir la burricie. Si hasta una máquina puede escribir así, mejor no redactar de tal modo.