Vimbodí, localidad tarraconense de la comarca de la Conca de Barberà de unos 900 habitantes, es famosa, además de por incluir en su término el monasterio de Santa María de Poblet y contar con un museo del vidrio por estar a la misma distancia (54 km) de Lleida que de Tarragona. Desde ahora, su término municipal será conocido además como aquel que acogió el pueblo (o campamento) más antiguo de Catalunya del que se tiene noticia gracias a una mandíbula con 15.000 años de antigüedad de un pequeño de entre cuatro y cinco años hallada en los terrenos conocidos como el Molí de Salt, donde se excava desde hace veinte años.

 

 

Un grabado de hace milenios

Aunque en Catalunya han aparecido otros restos humanos más antiguos en lugares como la Balma de Guilanyà; un abrigo rocoso situado en el Solsonès, en la zona prepirenaica; o en Mollet, donde apareció un cráneo de unos 20.000 años, los restos de Vimbodí son excepcionales por lo que confirman: la singularidad del hallazgo tiene que ver, en concreto, con unos grabados localizados en el mismo espacio (Molí de Salt) en 2015 en los que se reproduce lo que sería una especie de mapa del asentamiento que allí hubo, el primero del actual territorio catalán del que se tiene noticia y que no se vincula a cuevas o abrigos rocosos; ya que, según el grabado, contó con cabañas construidas por manos humanas. Ahora, los restos de uno de sus pobladores (que por desgracia no llegó a la edad adulta) nos confirman algo extraordinario.

Reproducción idealizada del asentamiento
Calco del grabado
Grabado

 

Dos décadas de excavaciones

En el yacimiento del Molí de Salt se trabaja desde principios de este siglo y aunque es seguro que existieron en lo que hoy es Catalunya otros asentamientos similares mucho antes, de aquellos no ha quedado nada; ni siquiera un simple grabado. Ahora, además, la mandíbula de un pequeño de unos cinco años nos confirma lo que ya sabíamos: que allí, cerca de Vimbodí y Poblet, hubo humanos viviendo hace 15.000 años en algo parecido a un pueblo porque ya no necesitaban cuevas para guarecerse y sabían construirse sus propios refugios. Y, encima, los inmortalizaban en piedra.