No son, ni de lejos, las protagonistas de las ciberestafas más elaboradas, pero sí que forman parte de las estructuras de este tipo y condición más rentables. Nos referimos, claro, a las webs fraudulentas, tan abundantes que raro es el usuario que no identifica, como mínimo, una añagaza diaria que le redirija hacia una de ellas. Evitarlas, sin embargo, es sencillo: todas tienen elementos comunes que se repiten y permiten identificarlas con facilidad. Caer en uno de estos engaños es algo que puede sucederle a cualquiera.

 

¿Qué se repite siempre?

Además de los insultantemente bajos precios que se asocian a los productos que se publicitan en estas webs, hay otros elementos siempre repetidos que deben alertar a cualquier usuario: el dominio del website se ha registrado hace poco y su dirección no es como las convencionales, no aparece en ningún sitio una dirección física o un número de atención al cliente, las reseñas que se incluyen parecen haber sido redactadas mediante sistemas automáticos y el pago, siempre, se debe realizar mediante tarjeta bancaria. Dos o más de estos elementos deberían hacer a cualquier usuario sospechar.

¿Cómo se hace caer en la estafa a quien accede a esas webs?

El primer gancho, por supuesto, son las ofertas increíbles que, además, se publicitan de manera intensa y constante en Instagram y Facebook, dos de las redes sociales más populares. Indefectiblemente, estas ofertas incluyen un enlace que deriva al usuario hacia la página fraudulenta. Tienen, eso sí, todos estos enlaces una cierta justicia poética: los descuentos son tan cuantiosos que sólo alguien muy incauto –o deseoso de aprovecharse de la inocencia o la mala racha de un vendedor en apuros- podría creer. ¿Vale aquí quizá aquello de ‘quién roba a un ladrón’? Sea así o no, y mucho más ahora en verano –cuando el tiempo libre es más- conviene estar alerta.