Como hipoxia costera se entiende aquel fenómeno que, como resultado de la pérdida de oxígeno en áreas marinas cercanas a la costa, altera los procesos biogeoquímicos, reduce la biodiversidad y, finalmente, altera las economías de las zonas costeras teniendo efectos negativos sobre el empleo y las perspectivas vitales de sus habitantes. Un ejemplo es el Mar Menor, un espacio que ha perdido su capacidad de regulación.
¿Qué ha sucedido en la laguna costera alicantina?
El deterioro de este espacio natural tiene como vehículo transmisor de la contaminación los recursos hídricos, que bien en forma de escorrentía superficial o bien como drenaje a través del acuífero cuaternario de la masa de agua subterránea del Campo de Cartagena, llegan a la laguna alterando dicho ecosistema. Los vertidos e instalaciones no autorizadas y los usos del suelo no aprobados por la planificación hidrológica o sectorial son los elementos que más directamente inciden en la problemática de la laguna, un espacio en el que se han roto muchos de los equilibrios ecosistémicos generando una degradación ambiental avanzada. Ésta afecta a las formas de vida y sus ecosistemas e, igualmente, a la economía y la cultura del lugar.
¿Hay vuelta atrás?
Recuperar espacios como el Mar Menor también es vital para las generaciones presentes, para las actividades económicas que dependen de la buena calidad ambiental y, sobre todo, para el futuro de los territorios que las acogen. En esta tarea, las administraciones tienen un nuevo aliado: la transición energética y, especialmente, la producción de hidrógeno. Así lo consideran, por ejemplo, desde Lhyfe, empresa puntera en producción de hidrógeno verde renovable mediante electrólisis del agua. Este proceso, destacan, genera grandes cantidades de oxígeno como subproducto que se puede usar, explica la compañía, para revertir casos de hipoxia costera. Desde hace cuatro años, la compañía investiga la reoxigenación de los océanos mediante proyectos como BOxHy que se está desarrollando actualmente en el Mar Báltico.