El cobre, ese metal dúctil con el 29 como número atómico lleva años siendo protagonista: es, de hecho, hasta leitmotiv de canciones como la de Francisco Nixon (alter ego de Fran Fernández, el rey asturiano del indie pop) que aluden a esta actividad delictiva tan en boga y que ha motivado notables situaciones de caos ferroviario en Catalunya y detenciones por toda la geografía nacional. ¿Qué tiene el cobre que no tengan otros metales?l

 

 

¿Por qué se roba el cobre?

Primero, porque es un metal relativamente valioso. Por cada kilo se pagan en el el mercado negro un mínimo de seis euros. Lo mejor es que su origen no es rastreable porque es un material relativamente abundante que se usa mucho en la industria. Reintroducir el cobre que se roba en los mercados es sencillo porque países como China o los estados africanos que más crecen mantienen una alta demanda.

No es fácil de sustraer

Robar cobre, sin embargo, no es tarea fácil y, por esta razón, quienes se dedican a esta actividad delictiva son grupos organizados con cierta capacitación técnica. Hasta hace unos años, lo habitual era sustraerlo de instalaciones industriales abandonadas, edificios en construcción o líneas ferroviarias en desuso, pero la elevada demanda ha redirigido hacia este sector delincuencial a bandas de narcotraficantes o, incluso, a ladrones de joyerías. Estas bandas, que disponen de infraestructura y capacitación se atreven incluso a desmantelar catenarias ferroviarias en uso. Las preferidas son las de líneas apartadas en áreas rurales, pero tampoco tienen problema en asaltar líneas de Alta Velocidad si hace falta, aunque se sospecha que, en esos casos, más que de simples robos se trata de sabotajes. Ahí, el Ministro de Transportes Óscar Puente sí que acierta cuando distingue entre simples descuideros y saboteadores. La solución a los robos es sencilla: más vigilancia, incluso en espacios apartados.

El modus operandi de las bandas que roban cobre siempre es parecido: el grupo de delincuentes, cual comando de operaciones, se traslada en furgoneta al punto donde han localizado tramos de catenaria poco vigilados en furgonetas y con abundantes herramientas que sirven hasta para evitar eventuales electrocuciones. Con rapidez (y escaleras mediante) cortan los cables en fragmentos de no más de dos metros que cargan en sus vehículos. Después, sólo tienen que ir a ver al intermediario con el que han pactado la venta y cobrar. Que miles de personas no pueden llegar a sus lugares de trabajo al día siguiente les importa poco.