A Rwanda, todos los que pasamos de los cuarenta la conocimos a mediados de los 90 por las noticias primero y, después, a través de los libros, las películas y hasta los tebeos en las que se narra el pavoroso genocidio de 1994 en el que la etnia hutu, que detentaba el gobierno, intentó exterminar a la etnia tutsi. Desde entonces, el pequeño país centroafricano, intenta como puede ser noticia por cosas mejores y una de ellas tiene que ver con el plástico: en 2008, prohibieron las bolsas de polietileno y, desde entonces, mantienen una de las legislaciones más estrictas de todo el mundo contra este material. De hecho, hasta la producción, el uso, la venta y la importación de bolsas de polietileno está penada con multas y penas de cárcel. La sostenibilidad se convierte así en una herramienta mediante la que Rwanda intenta lavar su imagen internacional.
Siguiente paso
Ahora, casi quince años después de aquella prohibición primera, el gobierno de Rwanda quiere dar un paso más y prohibir también cualquier objeto de plástico no reutilizable, incluidas las pajitas y las botellas. Asumen, y así lo explican desde el Gobierno, que no será sencillo, pero exhiben el éxito logrado a propósito de las bolsas de plástico, un elemento que los más pequeños del país ni siquiera recuerdan. Además, y para todos ellos, se organizan talleres y conferencias desde entidades como The Green Protector, una ONG que reivindica el patrimonio natural como uno de los rasgos que identifican al país de las mil colinas. Rwanda, de hecho, es un país eminentemente rural en el que el 70% de la población se dedica a la agricultura. La concienciación ha sido por ello mucho más fácil.
La gran transformación de Ruanda
La Rwanda de hoy tiene poco que ver con la de 1994 y hoy es un país más cohesionado y en crecimiento. La protección del medio ambiente es, de hecho, la herramienta con la que los diferentes gobiernos que han dirigido el país en los últimos años intenta rehabilitar la imagen de una nación que, todavía, se asocia en el imaginario colectivo a la tragedia de hace casi 30 años. Sea o no por interés, esta misma semana la Agencia EFE certificaba que las calles de Kigali, la capital del país figuran entre las más limpias del este de África. Sea por las razones que sea, Rwanda es hoy un ejemplo, pero positivo: además de tenérsela jurada al plástico, crece en torno a un 8% anual y el 90% de la población tiene cobertura sanitaria. Con todo, hay un problema: el presidente, Paul Kagame, es el mismo desde el año 2000. Y no, no hay democracia o, si la hay, sólo es un simulacro.