Se desvelaba hace nada justo de la misma manera como últimamente se suele desvelar todo en este país: durante una campaña electoral, a modo de arma arrojadiza contra el adversario político e importando poco la ciudadanía que, supuestamente, habrá de beneficiarse de las nuevas oportunidades que llegarán. Nos referimos, por supuesto, a la segunda fábrica Tesla en Europa, que podría estar –si nada se ha torcido ya del todo- en Valencia, justo al lado de la macroplanta de baterías que va a construir Volkswagen en El Puerto de Sagunto y, también, cerca de la planta (en proceso de conversión para fabricar coches eléctricos) de Ford en Almusafes, pero parece que todo se ha complicado. ¿Podría haberse gestionado todo mejor?

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Francia e Italia, en la batalla

A Elon Musk, como a todo inversor, le da igual un sitio que otro. Pasaba ya en el siglo XIX cuando, por ejemplo, Pedro Duro –un señor de La Rioja que vivía en Madrid y que, allá por 1857, decidió construir una siderurgia- escogió Langreo por, simplemente, ser el sitio que más recursos y mejores condiciones ofrecía. Valencia, ahora, ofrece mucho de lo que Musk necesita, pero falta una cosa: seriedad. Y la seriedad es necesaria tanto para mantener compromisos de confidencialidad –casi parece que Ximo Puig filtró el rumor como gesto desesperado al ver las elecciones del 28M perdidas para su partido y que fuentes próximas a la Generalitat lo revelaron del todo tras perderlas- como para no enfadar a los potenciales inversores. ¿Verdad, Pedro Duque?

Musk escucha ofertas

A Elon Musk, que tiene entre manos algo que todas las ciudades y regiones del mundo quieren, le ha faltado tiempo para entrevistarse con Macron y Giorgia Meloni o (todo depende de cómo se mire) a ellos para llamarle. ¿Por qué han tenido lugar esos encuentros? Pues muy simple: Musk ha querido evidenciar que el dinero lo pone él y las reglas, también. ¿Qué pretendían Ximo Puig y su entorno al poner en circulación el rumor primero y filtrar la noticia después? Seguramente era, al principio, una maniobra desesperada al final de una campaña electoral que todo indicaba (y así pasó) iba a acabar mal para ellos o (y sería mucho peor que así fuese) un nada velado deseo de de aplicar, una vez perdidas las elecciones, aquello tan ruin de o mío o de nadie. Este fin de semana, el periodista valenciano Salvador Enguix se preguntaba en un artículo si de verdad se quiere que Tesla acabe instalándose en Valencia. Para hacerlo posible, los equipos económicos de Puig y el nuevo presidente valenciano Carlos Mazón deberían reunirse para intercambiar lo que convenga e impedir que Musk tenga nuevas ocurrencias (o se las hagan tener) sobre ubicaciones para la fábrica. Con Musk, por cierto, las relaciones del actual Gobierno de España no son las mejores: en fecha tan cercana como abril de 2022 y después de que Elon publicase un apunte en Twitter en el que señalaba que España estaba en condiciones de abastecer de energía solar a toda Europa, un nada oportuno Pedro Duque le respondía diciendo que la normativa para hacerlo posible estaba lista y el país dispuesto. Hasta ahí, bien; pero luego, fatal; porque Duque le preguntó si conocía “a algún inversor”. Y, no: eso, a Elon Musk, no se le pregunta a no ser que pretendas que se enfade.  El otro Pedro que aparece en este artículo -sí, el fundador de la Fábrica de La Felguera, germen de lo que hoy es Arcelor Mittal Asturias- jamás hubiese hecho algo así.

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