¿Alguien recuerda por qué se cerraron el 99% -hoy sólo queda un pozo vertical en Mieres- de las minas de carbón españolas? Sí, porque sin ayudas públicas no eran rentables. Se liquidaron, además y al tiempo, los diferentes proyectos de captura de CO2 que hubiesen muy probablemente convertido a las térmicas españolas en instalaciones de producción de energía con impacto cero. Ahora, hay que destacarlo, se quiere dar una nueva oportunidad a unos proyectos que, en su día, hicieron de España un país líder en esa tecnología. Para añadir más elementos a la paradoja, ahora llega otro: la industria europea del hidrógeno reclama a la Comisión Europea más ayudas para ser viable. Dicen, eso sí, que será “durante un período corto”.

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Fuertes subsidios

La propuesta, además de ese período corto de subvención, contempla “fuertes subsidios” que, se supone, garantizarán a medio y largo plazo que la industria del hidrógeno pueda funcionar “de manera independiente y sin ayudas”. Hablan, de momento, de diez años. Quien así opina es Hakon Volldall, vicepresidente de la Coalición del Hidrógeno Renovable. Para 2030,  la Unión Europea se ha marcado el objetivo de producir diez millones de toneladas de hidrógeno verde e importar otras diez, es decir, aquel que se fabrica a partir de energía renovable. Entre las toneladas importadas, cabrían las que se producen con energía de origen nuclear, conocidas como hidrógeno rosa y vetadas en España por el actual Ejecutivo.

¿Cómo funciona ahora el sector?

Para impulsarlo, la Comisión Europea activó un sistema de subastas que arrancan este próximo mes de noviembre con 800 millones de euros a repartir, y que incluyen una “prima verde” para cubrir la diferencia entre el coste de producir hidrógeno renovable y el precio que el mercado está dispuesto a pagar. Las empresas no lo ven bien, porque consideran que se trata de un sistema “poco claro” y “nada transparente”. Por eso, abogan por subsidios que “recompensen” a “los que se mueven pronto”, que no son otros que las empresas que ya han invertido en el sector. Lo cierto es que, todo en sí, da que pensar: se eliminan sectores intensivos en mano de obra que funcionaban y habían trazado un camino hacia las cero emisiones argumentando que, sin ayudas, no eran viables y se los sustituye por otros aún incipientes que también van a  necesitar ayudas durante tiempo indeterminado.