Probablemente lo hayas repetido muchas veces delante de tus amigos: la cerveza, mejor en botella, porque, en lata, no sabe igual. ¿Estás seguro de ello o sólo es un lugar común? Hoy, vamos a explicarte por qué repetimos eso y si, efectivamente, se trata de algo cierto o es simplemente un lugar común.
La explicación
En realidad, y según te confirmará cualquier experto en tecnología de los alimentos, el envase que mejor conserva la cerveza es la lata: al ser opaca, evita que los aminoácidos azufrados que contiene esta bebida entre en contacto con la luz, se oxiden y generen nuevos compuestos que pueden llegar a cambiar el sabor de lo que vamos a bebernos. La lata, por tanto, gana a la botella que, al ser transparente, sí que permite este contacto con la luz. Por eso, para reducirlo al mínimo, las botellas de cerveza son oscuras: hasta mediados del siglo XX se utilizaba sólo vidrio transparente pero, desde entonces y tras constatarse lo mal que la luz solar le sienta a la cerveza, se usa vidrio marró o verde.
¿Y por qué nos gustan más las botellas?
Primero, por razones psicológicas: el consumo de bebidas en lata, en general, y el de cerveza, en particular, está estigmatizado, ya que se asocia a entornos incómodos o a grupos marginales, lo que nos predispone contra el simple acto de degustar la bebida que nos ocupa desde esos envases estancos, opacos y diseñados cuidando cada detalle. Mientras la cerveza está en la lata, el metal no entra en contacto con ella, ya que una película protectora lo impide. No obstante, si la bebemos directamente de ella, sí que puede haber problemas: nuestra boca entra en contacto, ahora sí, con el metal y suceden dos cosas, ambas muy malas: alguna partícula microscópica puede contaminar la bebida y se mezclarán en nuestra boca el sabor delicioso de la cerveza y el del metal que tocamos al beber. ¿Qué hay que hacer entonces? Pues muy sencillo: abrir la lata y verterla en un recipiente, ya que evitaremos el contacto directo de nuestras papilas gustativas con el metal. Otra opción, seguramente la mejor, es pedirse una caña: la cerveza viaja en barril (también opaco y estanco) y, para mejorarlo aún más, tendrá la cantidad exacta de espuma.