La IA está en boca de todos y, mientras se habla de ella y al tiempo que se valoran las excepcionales posibilidades que abre, pensar también en los riesgos que conlleva es natural. Si hasta Bill Gates lo hace ¿cómo no va a hacerlo el común de los ciudadanos, que lleva años asumiendo –cientos de libros, películas y series cuentan precisamente eso- que se Leviatán llega finalmente será en una encarnación cibernética y no con forma física? A todas estas incógnitas, muchas de ellas ciertamente algo conspiranoicas, se les añade un dato, ése sí, preocupante de veras: si bien es cierto que la IA creará empleos y destruirá otros, no lo es menos que buena parte de los que hayan de crearse no estarán en Europa. OpenAI, por de pronto, ya subcontrata trabajadores en Kenya por sueldos miserables.
Lo cuentan en Time
Quienes lo explican no son unos cualquiera: se trata de reporteros de la revista Time que acaban de publicar un reportaje explicando que la compañía que está en boca de todos externalizó parte de las tareas previas al lanzamiento de ChatGPT a la empresa Sama, que trabaja con equipos radicados en Uganda, Kenya e India a cuyos integrantes se les paga por cada hora de trabajo menos de dos euros. Sama, en su web, presume de haber salvado a más de 50.000 personas de la pobreza, pero los sueldos que paga, por muy distintos que sean los estándares de vida en esos países, son los que son. Sea como fuere, en Nairobi, la capital de Kenya, un apartamento de 2 habitaciones y 102 metros sale por 57.000 euros. Es menos que en España, cierto, pero dos euros la hora equivalen a 320 euros al mes si se trabajan ocho horas diarias.
¿Qué hacían estos trabajadores?
El trabajo era cualquier cosa menos sencillo y consistía en entrenar al sistema para garantizar que no utilizase palabras ofensivas o malsonantes. Dichas tareas arrancaron en noviembre de 2021 e incluían referencias a cuestiones tales como abusos a la infancia, zoofilia, asesinatos, torturas o incestos. El trabajo sucio, por supuesto, debe hacerse pero ¿qué tal si se paga un poco mejor? Ya lo decía Bill Gates: el potencial disruptivo de la IA es inmenso, pero mal vamos cuando quien ahora mismo gestiona ese potencial fundamenta parte de su éxito en trabajo semiesclavo. Y, encima, es Time quien lo cuenta.