Esta misma semana lo decía Josu Jon Imaz, el consejero delegado de Repsol: determinadas actitudes de organizaciones ecologistas muy concretas acabarán impidiendo completar la transición ecológica en los plazos que fija la UE. Su advertencia hace evidente una vez más lo complejo de una transición en la que España juega con desventajas autoimpuestas que, paradójicamente, no tienen que ver con organizaciones privadas, pero sí con el Gobierno y que, como el maximalismo de las entidades ecologistas a las que se refería el consejero delegado de Repsol van a tener consecuencias para ciudadanos y empresas. La principal de esas desventajas deriva de la decisión –al parecer no revisable- de cerrar todas las nucleares en 2023.  Sin ellas, la potencia de respaldo –que es la que garantiza la continuidad del suministro- deberá garantizarse con nuevas centrales de gas que quemarán combustible importado. Con ello, crecerá más el grado de dependencia energética del país.

Central nuclear ascó. Viquipedia
 

Econonucleares

Sobre este particular advierte Econucleares, una organización nacida en abril de 2023 que este año ha celebrado la primera manifestación de que se tiene noticia en España para cuestionar el apagón nuclear. La entidad, explican sus responsables, quiere “contribuir a un cambio en la opinión pública, porque lo que se plantea es el cierre prematuro de unas instalaciones que pueden producir mucha energía de manera limpia y barata”. Según la entidad, el cierre es una simple decisión política: “Seguimos el ejemplo de Alemania, que cerró sus centrales nucleares al mismo tiempo que está explotando minas de lignito pardo y quemándolo en centrales térmicas. Es evidente que la decisión fue política y es evidente, también, que aquí lo es igualmente. Y se evidencia en un hecho: cuando no tengamos nucleares, la potencia de respaldo se garantizará con nuevas centrales de gas”.

La alternativa

Sin nucleares, destaca el portavoz de Econucleares Marc Altés, esa potencia de respaldo imprescindible la proporcionarán centrales de gas: “es indiscutible. Hoy ya no tenemos prácticamente térmicas funcionando, porque la mayoría se han cerrado y derribado y no se va a poder hacer lo mismo que en Alemania. Dado que los sistemas de almacenamiento que se precisarían serían muy costosos, está claro que lo que hará el Gobierno cuando cierre las nucleares será utilizar centrales de gas como potencia de respaldo”. ¿Tiene sentido por tanto cerrar las nucleares? Desde un punto de vista político –y desde la posición del Gobierno de España- sí, pero desde un punto de vista económico e industrial, no. “Es una decisión disparatada en términos económicos y el resultado será que se perderán muchos empleos de calidad, que pagaremos la electricidad más cara y que una industria puntera, como es la nuclear española, desaparecerá”, detalla Altés.