La simvastina, un medicamento de uso común para reducir los niveles de colesterol en el organismo y los triglicéridos en sangre, protagoniza estos días una campaña informativa activada por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios que advierte acerca de sus posibles efectos secundarios al tiempo que remarca que estos se dan sólo de forma rara (un caso cada 1.000 personas) o muy rara (1 caso cada 10.000).

 

Reacciones

Entre las posibles reacciones raras que generaría la simvastina, alerta la agencia, puede darse dolor muscular; reacciones alérgicas que incluyen hinchazón de cara, lengua y garganta; dolor de articulaciones, vasculitis, urticaria, inflamación de hígado y páncreas y malestar general.  Las reacciones muy raras incluyen casos de anemia, debilidad en extremidades, dolor de cabeza, problemas de sueño y de memoria y debilidad.

¿Por qué estas informaciones?

Con todo, la campaña se activa tras constatarse un uso frecuente del fármaco sin receta. En algunos territorios, caso de Andalucía, las autoridades sanitarias han endurecido el control de la venta de éste fármaco y de otros de uso muy común como el paracetamol, el ibuprofeno o el nolotil. Con ello, se pretende contribuir a un uso más adecuado de los medicamentos por parte de la población, a la que se quiere concienciar sobre los efectos secundarios que pueden llegar a tener. En Andalucía, también, se han dado en las últimas semanas fallas en el abastecimiento de simvastina.

En Gran Bretaña, hace unos veinte años, se activó un sistema de comercialización de medicamentos para el colesterol que implicaba sólo al ciudadano y al farmacéutico. Bastaba con rellenar un cuestionario en la farmacia que determinaba su nivel de colesterol aproximado y, con ello, el boticario decidía si suministrarlo o no. Con ello, se logró reducir el volumen de personas con riesgo moderado de enfermedad coronaria. ¿Podría implantarse un sistema así aquí?