Dirán lo que quieran, pero cuando Toyota, la marca que lanzó en 1997 el primer coche híbrido destinado al gran público, se embarca en un proyecto tan complejo como desarrollar un combustible propio, está claro que algo falla en esta historia tan bonita que nos cuentan y que tiene a los coches eléctricos como protagonistas. Que Porsche, un fabricante de coches de lujo, quiera un combustible neutro para garantizar que unos pocos privilegiados pueden seguir disfrutando de las sensaciones que procura pisar el acelerador de un coche de combustión tiene un significado, pero que lo haga Toyota, la marca que más coches fabricó en todo el mundo en 2022, tiene otro. La carrera de los carburantes limpios ya ha empezado y muy raro será si durante los próximos meses no se suman más marcas y más petroleras. Toyota, por cierto, va de la mano de Exxon Mobile.

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Combustibles neutros

Lo de Porsche, con todo, puede ir más en serio de lo que parece porque los ingenieros de esta marca que, al fin y al cabo, no deja de ser otra cosa que el segundo fabricante mundial de coches (sí, Volkswagen), llevan meses trabajando en el desarrollo de un combustible sintético neutro que no realice aportes nuevos de dióxido de carbono a la atmósfera desde hace meses. Cuentan, de hecho, con poder llegar a comercializarlo a unos dos euros el litro, pero todavía no está claro si en esa cuantía se incluyen o no los costes de distribución y el margen de negocio que quieran aplicar. De entre todas las grandes marcas, el conglomerado Volkswagen es la que más avanzada está, pero las grandes petroleras tampoco están quietas: Repsol tiene ya proyectos en marcha. Con todo, Toyota tiene otro socio: Exxon Mobile. Con ella, trabaja en una nueva mezcla sintética que reducirían hasta en un 75% las ya limitadas emisiones de los motores de combustión actuales, que poco o nada tienen que ver en cuanto a eficiencia con los de hace una o dos décadas. Con ello, se alcanzarían dos hitos: reducir de manera drástica la huella de carbono que implica fabricar un coche y utilizarlo y, también, permitir que el motor de combustión se pueda seguir usando. De hecho, lo que se lograría va a poner a muchos la carne de gallina: en sí, Toyota no plantea otra cosa que un coche como los de siempre cuyo impacto sobre el medio ambiente sea menor que el de un coche eléctrico.  

 

En pruebas

En un contexto en el que las existencias de litio son escasas, el problema derivado de la degradación que sufren las baterías sigue sin solucionarse y el precio de los coches eléctricos no se reduce; Toyota y Porsche van camino de encontrar la cuadratura del círculo y pasar la mano por la cara de los jerarcas europeos que, desde sus despachos y sin pensar en las necesidades del ciudadano medio, han querido hacer verdad ese mantra altermundista de no tendrás nada y serás feliz que condena a los coches de combustión y nos aboca a un mundo en el que el carsharing –por culpa de los precios de los eléctricos- será la norma. Crucemos los dedos porque, para todos a quienes nos gusta conducir, el futuro depende de si Toyota, Porsche, Exxon Mobile, Repsol y otros triunfan en su empeño de conseguir carburantes limpios y asequibles. De ellos depende que podamos seguir teniendo un par de coches por familia y seguir siendo, como mínimo, tan libres como lo somos hoy en términos de movilidad.