Nos llenamos la boca con ampulosas expresiones como reto demográfico, transición justa o escudo social pero, a menudo, ni siquiera lo más sencillo se hace como es debido. Que la Cornisa Cantábrica necesita soluciones es evidente: la zona ha sido golpeada por sucesivas reconversiones en sectores como la minería, la siderurgia o la industria láctea que han sido más bien cierres atropellados. Una, quizá de las más importantes, tiene que ver con los transportes y, especialmente, con el ferrocarril, que fue columna vertebral en aquella región industrial que fue, y que iba ahora a modernizarse con nuevos trenes en los que se han errado las medidas y que no entran por los túneles. Los nuevos, como pronto, estarán listos en dos o tres años. Igual, para entonces, ya no quedan ni viajeros en los pueblos a los que deben prestar servicio.
Desastre
Del desastre se culpan estos días Renfe y Adif alternativamente sin que nadie repare en lo sustancial: las cercanías de vía estrecha –lo mismo dan las líneas que van de Bilbao a El Ferrol por la costa que las interiores de Asturias o el viejo Tren de la Robla, que todavía une León con Bilbao- articulan un territorio, dan vida a unos pueblos y prestan servicio a unas personas a las que se les lleva años quitando casi todo y ofreciendo poco más que palabras huecas. No valen, por tanto, las disculpas que pide ahora un Gobierno responsable de este desaguisado e impulsor de una pomposamente denominada transición justa que, de justa, no tiene nada. Isabel Pardo de Vera, secretaria de estado de Transportes, dice que está todo arreglado y que pedirán trenes nuevos, pero los presidentes autonómicos de la zona califican el asunto de chapuza incalificable. La chapuza, eso sí, ha costado 161 millones de euros que, perfectamente, podrían haberse destinado a otras cosas.
Tres años son muchos años
Hablar de tres años para la entrega de los nuevos trenes es fiarlo demasiado largo para una tierra que no puede esperar mucho más. Asturias ha perdido más de 100.000 habitantes desde 1980, Cantabria y Galicia están más o menos igual pero más envejecidas y en Castilla y León, los habitantes perdidos en los últimos 40 años son más 400.000. Lo dicho: igual, cuando los trenes lleguen, no queda quién los use.