En 1996, tres de las empresas que lideraban el sector tecnológico por aquel entonces (Intel, Ericsson y Nokia) unieron fuerzas para desarrollar un sistema de comunicación por radio de corto alcance que permitiera conectar diferentes dispositivos sin necesidad de cables. El sistema se llamó Bluetooth y lleva con nosotros más de 25 años.

Bluetooth

¿Por qué ese nombre?

Quien haya disfrutado en Netflix de la serie Vikingos y de las aventuras de Ragnar Lodbrok recordará  al rey Harald. A él, precisamente, es a quien se rindió homenaje al bautizar al nuevo sistema, que aspiraba a unir teléfonos y ordenadores sin cables. Harald, que vivió en el siglo X, unificó las tribus danesas y las convirtió al cristianismo. El símbolo de la nueva tecnología es, precisamente, la unión de dos runas (hagall y berkana) que significaban originariamente granizo y abedul y que se corresponden con la H y la B actuales y son, además, las iniciales del rey Harald; apodado Blatand o, si se prefiere; diente azul. Sea como fuere, aquel vikingo que reinó en Dinamarca desde el año 958 y en Noruega desde el 970 dio nombre al sistema y fue un éxito.

Runas

Pocos requisitos

Pero más que por el nombre, el sistema Bluetooth triunfó por su sencillez: del mismo modo que Harald unió Escandinavia sin más fuerza que las de sus barcos, sus hombres y su carisma; el sistema conectó, primero, móviles y ordenadores y luego, también, impresoras, portátiles, consolas, GPS y teclados entre ellos y con Internet. No eran necesarios complicados protocolos y la conexión era instantánea y gratuita, pero, también, vulnerable muchas veces. 

La primera versión, lanzada comercialmente en 1999, fue la 1.0 y presentaba algún que otro problema de seguridad que fue poco a poco subsanándose. En 2002 llegó la versión 1.1, en 2016 la 5.0 y este año disfrutamos ya de la 5.3. Importante fue también la 4.0, que redujo de manera notable el consumo de batería que exigían las versiones anteriores.  Más de 25 años después, el sistema sigue funcionando y, sin él, el llamado Internet de las Cosas (IoT) no existiría, pues es gracias a esta conexión de radio de corto alcance que nuestros aparatos domésticos pueden conectarse a Internet y entre ellos.  Hemos cambiado, eso sí, comodidad por privacidad, porque Bluetooth nunca ha destacado por ser muy seguro.

¿El futuro?

El desarrollo futuro de Bluetooth tendrá que ver, más que con teléfonos y ordenadores, con el IoT y, especialmente, con la medicina y la salud, porque se generaliza el uso de diferentes dispositivos que llevaremos encima  (wearables) y monitorearan nuestra salud y hábitos al tiempo que nos ayudan a controlar la tecnología que nos asiste en nuestros domicilios. En cierto modo, Bluetooth nos facilitará el camino hacia una bionización en la que, nosotros mismos, seremos el soporte para múltiples dispositivos. Estaremos menos tiempo delante de las pantallas, pero es que la tecnología será, prácticamente, parte de nuestro cuerpo. Nos facilitará la vida, sí pero ¿seremos más libres? Habría que preguntarse qué pensaría el viejo Harald si le contásemos que hoy, desde un reloj inteligente, podría dar órdenes a los del drakkar de al lado mientras se disponen a atacar quién sabe qué puerto aunque, eso sí, con el riesgo cierto de que algún enemigo experto intercepte la comunicación y se entere de algo que no debe.