Tengo 44 años. Nací y crecí en Monistrol de Montserrat, un pueblo pequeño, muy bonito, a la sombra de la montaña mágica. Eso marca mucho, porque Montserrat es un paisaje con mucha fuerza, muy emblemático, también muy cercano a Barcelona, donde estudié en la universidad. Aproximadamente cada dos años, hacemos una excursión a Montserrat con todo el equipo. Y cada año hacemos una calçotada ahí todos juntos. Así compartimos el paisaje y las tradiciones con los investigadores extranjeros. Un postdoc de la India, por ejemplo, acabó comiendo calçots y bebiendo del porró como un autóctono de toda la vida. Vivo y hago vida en Manresa desde hace 15 años y me siento orgullosamente manresana de adopción. Soy investigadora ICREA y dirijo mi grupo en el Institut de Recerca Biomèdica (IRB), especializado en el desarrollo de herramientas computacionales que nos ayudan a la identificación de las mutaciones que causan los tumores cancerígenos. De pequeña ni sabía (ni se me había pasado por la cabeza) que podría llegar a ser científica; mi madre es peluquera y mi padre era carpintero, en un entorno donde la ciencia no era una pauta. No fue hasta mucho más tarde, quizás en la mitad de la carrera de Biología, que empecé a entender que podría hacer un doctorado y que la investigación me interesaba. También investigué un tiempo en Cambridge; irse al extranjero no es un requerimiento sine qua non, pero es recomendable, porque, al fin y al cabo, la ciencia es un fenómeno global. Ni yo ni nadie que se dedique a la ciencia de forma seria lo hace a nivel local, estrictamente para Barcelona, ni para España, ni para Europa. La haces en comparación, en colaboración y también en competición con todo el mundo. Por eso va bien ver cómo se investiga en otros países, si puede ser en un laboratorio puntero.
“Explicar lo que hacemos a la sociedad es todo un reto, porque a menudo vivimos en un entorno tan especializado y usamos palabras tan técnicas que nos sitúan a nosotros mismos en una burbuja”
Empiezo con una buena noticia: no te preguntaré cuándo se curará el cáncer. Y con una advertencia: soy de letras. Genómica computacional del cáncer. ¿Me lo traduces?
Explicar lo que hacemos a la sociedad es todo un reto, porque a menudo vivimos en un entorno tan especializado y usamos palabras tan técnicas que nos sitúan a nosotros mismos en una burbuja. Últimamente, ¿sabes qué me ayuda mucho a mejorar en este aspecto? Acudo muchas veces a escuelas para charlar sobre nuestra investigación, a la de mis hijas, o a la que fui yo misma cuando era pequeña. Y te das cuenta que eso te ayuda a tocar el suelo con los pies y acercarte a una sociedad que no comparte estrictamente nuestros conocimientos.
Así pues. ¿A qué nos dedicamos? Nuestro cuerpo está formado por células y dentro de estas células está el genoma. El genoma, a saber el material genético contenido en los cromosomas de un organismo, lo podemos leer con una serie de máquina de secuenciación y podemos ver todas las bases del genoma (que son estas famosas letras A, C, T, G). Pues bien, cuando leemos esto, y sobre todo en el caso de un tumor, investigamos sus células y su genoma, el ADN de las células tumorales, y lo podemos comparar con el ADN del mismo paciente de la sangre o con el de una célula sana. Entonces encontramos aquello que se llama las mutaciones del tumor. Todo esto, comparar las mutaciones y saber qué hacen estas mutaciones, es biología computacional, por el simple hecho de que tratamos datos que analizamos con ordenadores. El genoma de 3.000 tiene de pares de bases, o sea que trabajamos con una cantidad enorme de datos y la única forma de analizarlo es creando programas informáticos que pueden buscar diferencias entre un genoma y otro, encontrar las mutaciones. ¿Qué pasa entonces? Pues que encontramos que un tumor tiene miles de mutaciones.
¡Alto! El genoma, por tanto, vendría a ser un poco como nuestra historia. En el cole nos cuentan que nosotros partimos de un zigoto que va dividiéndose. Entonces, para entendernos, hay células que se dividen correctamente y hay otras, muy cabronas ellas, que mutan malamente. Tú, para entendernos, intentas pillar al caco e investigas dónde está la alteración.
Exacto. Yo quiero saber cuáles de esas mutaciones son las que han hecho que esta célula se comporte de esta forma tan anormal. Identificamos estos miles de mutaciones en un tumor y, de éstas, unas pocas son las que hacen que las células se comporten de una forma tumoral, haciendo lo que no tienen que hacer, por decirlo de algún modo. La pregunta más importante que centra nuestra investigación es cuál de estas mutaciones son las que han causado el tumor.
Entendido. Entonces, para encontrar esta mutación necesitas unos ordenadores que te cagas. ¿Por qué?
Pues por varias razones. Primero, porque con un solo tumor ya se gestionan muchos datos. Pero también porque para saber cuáles de estas mutaciones son importantes, nuestra estrategia es comparar muchísimos. Estamos analizando miles de tumores de muchas personas de todo el mundo. Eso son datos que se generar en centros de todo el planeta y que son compartidas por la comunidad científica. Yo no analizo sólo datos de gente de Barcelona, sino de todo el mundo. Cada uno de los tumores implica gigas de datos y a mí me interesa analizar cuántos más mejor. ¿Por qué? Pues porque eso nos da mucho poder estadístico para así identificar una serie de patrones que nos indican que ahí hay mutaciones que causan el cáncer.
“Si analizamos 3.000 tumores ya vemos que los patrones se repiten y vemos mutaciones que se acumulan en lugares determinados o de una forma determinada”
Buscas la aguja en un pajar. La mutación se esconde.
Haré un símil para explicártelo. El genoma se podría comparar al manual de instrucciones que tiene una célula. Allí está toda la información sobre lo que debe hacer la célula, de cómo debe comportarse. Si a este libro le cambias una letra por otra, que es lo que pasa en una mutación, muchas veces no cambia el significado del libro y esa célula todavía funciona. De miles de mutaciones, la mayoría de éstas no hacen nada que derive en un comportamiento extraño de la célula, pero ahora imagínate que de este libro cambiamos una letra que forma parte del título, o en una frase que cambia el nombre de un personaje importante de la historia, quizás el nombre del asesino en una novela… claro, esto tiene un impacto muy importante en la trama. Eso son las mutaciones del cáncer. Es un cambio que hace que una célula se comporte de otra forma. Y eso hace que la célula se empiece a dividir como una loca, ¡sin control! Nuestras células, en general, están muy bien educadas: se dividen cuando toda (cuando tienes una herida, por ejemplo, se dividen para que la piel cicatrice). Pero las células del cáncer van a lo suyo y se dividen cuando no deben hacerlo.
Nosotros, por tanto, cogemos el libro donde se encuentran las células del tumor y lo comparamos con el libro de las otras células de la misma persona. Claro, hay muchas letras diferentes. Pero nosotros buscamos la letra que ha hecho cambiar el comportamiento general del libro. Eso es muy difícil, y por eso necesitamos estudiar tantos casos. Con una sola célula tenemos poca información, pero si analizamos 3.000 tumores ya vemos que los patrones se repiten y detectamos mutaciones que se acumulan en lugares determinados o de una forma determinada.
Por tanto, cuanta más información tengamos mejor. ¿Lo estamos haciendo bien?
Como todo, es mejorable, pero lo estamos haciendo bien. Existe mucha colaboración a nivel internacional y mucha voluntad de compartir información. Nosotros, por ejemplo, hemos colaborado en un proyecto llamado International Cancer Genome Consortium, un consorcio que agrupa a gente de todo el mundo que se reúne de forma regular y que reparte los intereses de grupos de investigación en tumores particulares: en Barcelona, por ejemplo, se investigó especialmente el de la Leucemia Linfática Crónica, los japoneses el cáncer de hígado, los australianos el melanoma, los estadounidenses el cáncer de ovario y etcétera. Entonces compartimos estos datos y los podemos analizar.
La segunda clave son las máquinas. Yo, seré tonto, esperaba encontrarte rodeada de tubos humeantes y lo que veo son a tus colegas ante un ordenador en un laboratorio que se asemeja muchísimo a una galería de arte.
Aquí tenemos muchos ordenadores, sí, que a su vez se conectan con unos que tenemos aquí a bajo, de una potencia enorme (en este sentido, herramientas como el BSC-NCS, el Barcelona Supercomputing Center, son de una ayuda fundamental, porque tenemos necesidades computacionales muy grandes y con nuestro material muchas veces nos quedamos cortos). Y el otro aspecto que necesitamos son gente brillante, creativos con ideas y que saben convertir las preguntas que nos hacemos en algoritmos bioinformáticos para analizar los datos. La pregunta que tenemos encima de la mesa es: “queremos encontrar las mutaciones causantes del cáncer”. Pues bien, tomamos los datos de miles de genomas de tumores de todo el mundo, analizamos este tipo de patrones a nivel estadístico y al final nos acercamos a las respuestas.
Otra palabra mágica: algoritmo. Traducción, por favor. Como si fuera un niño.
¡Ay, me lo estoy pasando muy bien! Además, piensa que muchas veces para entender mejor lo que hacemos también necesitamos explicarlo a un niño, o a nuestros padres, y eso también nos ayuda. ¡Adelante! El algoritmo, para nosotros, es como el conjunto de pasos que pretendemos dar, dentro del análisis de datos, con tal de responder una pregunta. Al final nosotros creamos programas informáticos y los tomamos como ayuda: el Python, por ejemplo, que es un lenguaje de programación que utiliza la mayoría de gente que hace big data analysis o otras cosas. También tenemos matemáticos, ingenieros de software, físicos, biólogos, porque nuestro ámbito de investigación exige mucha interdisciplinariedad. Yo soy bióloga y me hago preguntas de bióloga, pero para contestarlas necesito muchos especialistas diferentes, diseñar modelos matemáticos, hacer estadística avanzada, codificar eso informáticamente para gestionar los datos de una forma comprensible, etcétera. Los datos del genoma los tenemos, el problema al que nos enfrentamos es sacar todo el jugo que estos datos nos pueden llegar a dar.
“Yo soy bióloga y me hago preguntas de bióloga, pero para contestarlas necesito muchos especialistas diferentes”
Antes te explicaba los miles de mutaciones que vemos en una célula. Las mutaciones en el genoma de mis células se han ido acumulando a lo largo de toda mi vida. Se creó el zigoto, este se fue dividiendo hasta formar billones de células con tal de producir el bebé que era cuando nací y, a partir de ahí, para crecer, para curarme las heridas, para regenerar mis tejidos… En cada una de estas divisiones hay mutaciones. Claro, la cuestión es que nuestras células, en un proceso normal y corriente, están expuestas a cosas que les causan más mutaciones: por ejemplo, la luz ultraviolada del sol, que nos llega a las células de la piel, afecta a su ADN y eso produce mutaciones con un patrón determinado. Las células del pulmón de un fumador están expuestas a carcinógenos del tabaco… etcétera. Cada uno de nuestros tejidos está expuesto a cosas diferentes y todas estas mutaciones se van acumulando a lo largo del tiempo: cuando secuenciamos el genoma de un tumor nos explica, por decirlo de algún modo, toda la vida de esas células, todas las cosas a las que han estado expuestas y las mutaciones que se han acumulado.
¡Eres un detective privado!
Más bien una arqueóloga! Piensa en la experiencia de viajar a Roma y ver ruinas, muros, paredes, iglesias… Si empiezas a excavar con esmero y con las herramientas y técnicas adecuadas tú podrías llegar a reconstruir la historia de esta ciudad, rebobinar miles de años. Inicialmente, cuando ves los restos de un edificio, tú sólo identificas un caos aparente. Ahora bien, si te haces las preguntas adecuadas, los análisis adecuados y vas excavando como debe hacerse, puedes acabar reproduciendo la historia. Pues más o menos esto es lo que intentamos hacer cuando vemos las mutaciones de un tumor; reconstruir la historia de estas células para entender cómo se ha producido el cáncer.
Todo esto implica que el cáncer no tendrá una cura, sino muchos remedios, y por tanto muchos medicamentos. ¿La industria farmacéutica ayuda?
Hasta ahora no he tenido muchos contactos con la industria farmacéutica, porque para los proyectos que hemos utilizado recursos públicos (tanto en lo que toca a financiación como a nivel de datos y conocimiento) y generan recursos públicos. Nosotros acabamos publicando artículos y generando bases de datos que compartimos con todo el mundo. Pero sí, mucha investigación del cáncer acaba identificando posibles vulnerabilidades de células cancerosas que son posibles dianas terapéuticas para desarrollar nuevos medicamentos. Claro, estos nuevos medicamentos alguien debe de hacerlos, y quien tiene la capacidad de hacerlo son las empresas farmacéuticas. La pregunta interesante que nos podríamos hacer es si valdría la pena invertir recursos públicos para el desarrollo de nuevos medicamentos y para realizar ensayos cínicos”.
“La pregunta interesante que nos podríamos hacer es si valdría la pena invertir recursos públicos para el desarrollo de nuevos medicamentos y para realizar ensayos cínicos”
Tengo una pregunta muy freak. Justamente porque el cáncer tiene esta mutación tan bestia, ¿a veces no te pasa como con los malos de las pelis de James Bond, que piensas “joder, vaya hijo de puta, este pájaro, pero cómo mola”’?
El cáncer es nuestro enemigo y lo que yo pretendo hacer es entenderlo para poderlo parar y erradicarlo a nivel médico. Pero sí, es fascinante entender como hay células que se saltan todas las regulaciones que tiene. Lo quieres entender no sólo porque ayuda, sino también porque es fascinante. Y también hay que decir que entender el cáncer te ayuda a entender las células, las vida, y la evolución en general. Porque es el punto central de todo. Claro, cuando entiendas como se descontrolan las células también entiendes mejor como se controlan adecuadamente. No sé si llego a tener síndrome de Estocolmo, pero sí, es súper interesante mi trabajo.
El càncer és el nostre enemic i el que jo vull fer és entendre’l per saber-lo parar i eradicar-lo a nivell mèdic. Però sí, és fascinant entendre com hi ha cèl·lules que se salten totes les regulacions que tenen. Ho vols entendre no només perquè ajuda, sinó també perquè és fascinant. I també cal dir que entendre el càncer t’ajuda a entendre les cèl·lules, la vida, i l’evolució en general. Perquè és el punt central de tot. Clar, quan entens com es descontrolen les cèl·lules també entens millor com es controlen adequadament. No sé si arribo a tenir síndrome d’Estocolm, però sí, és súper interessant el que faig.
Antes decías que el conocimiento que produces es abierto. Igualmente, ¿cuál es vuestra forma de trabajar? ¿Necesitáis producir papers de forma casi compulsiva para estar entre los mejores grupos, por ejemplo?
La forma de comunicar ciencia, a nivel clásico y a pesar de que está cambiando y es mejorable, funciona de la siguiente forma: cuando tú investigas y tienes un resultado determinado escribes un artículo científico. De este artículo se hace lo que llamamos una peer review, que implica que otros científicos con una cierta experiencia en tu campo de investigación lo revisan antes de que una revista lo acepte. Es como una prueba que deben pasar los artículos para asegurar la integridad de los datos, de los análisis, de los experimentos y de la corrección de lo que se dice en general. Evidentemente, tampoco hay mucha gente que pueda revisar nuestra tipología de papers; tienen que ser científicos que conozcan tu campo. Por otro lado, todo esto es anónimo: yo no sé quién revisa los míos y yo, a su vez, reviso artículos de gente que no saben que lo estoy haciendo. Éste es el camino más clásico; al final se publican los artículos y la gente conoce tu investigación. La otra forma son los congresos, donde acudo, explico lo que hacemos, muchas veces incluso cosas que todavía no hemos publicado.
“Cuando nosotros damos un artículo por acabado (y yo lo apruebo personalmente) ya tiene la suficiente calidad como para compartirlo”
¿Eso no provoca una excesiva competición para estar en el ranking de los más publicados y para salir en las mismas revistas? ¿Es la mejor forma de evaluar la investigación, en el fondo?
No puede ser la única. Todos los sistemas de evaluación pueden acabar siendo perversos. Los científicos vivimos en una evaluación continua: lo cual, que quede bien claro, ¡no me parece mal! A mí me evalúa ICREA, mi instituto, me evalúan cada vez que pido más dinero y he de justificar algún gasto… y todo esto me parece muy bien. Pero necesitamos formas de evaluar más correctas. Evaluar por tu lista de publicaciones y por el factor de impacto es demasiado simplista. Otra cosa que podríamos criticar de este proceso es la lentitud: ¡desde que yo escribo un artículo hasta que se publica a veces pueden pasar dos años! Nosotros, por ejemplo, publicamos los artículos en un repositorio público antes de que nos los acepten, hacemos los que se llama un preprint. Desde mi punto de vista, cuando nosotros damos un artículo por acabado (y yo lo apruebo personalmente) ya tiene la suficiente calidad como para compartirlo. Después puede publicarse en una revista, pero es importante que la comunidad científica lo tenga cuanto antes mejor. Hay cosas, de cómo nos comunicamos los científicos, que están empezando a cambiar.
Por tanto, el mundo de la ciencia se va haciendo más permeable.
A ver, existe colaboración… pero también hay competición. Pero yo intento ser súper abierta. A la gente de mi laboratorio no sólo le digo que no tenemos nada que esconder sino que, al contrario, cuantas más cosas expliquemos a cerca de lo que hacemos más feedback tendremos. Es una muy buena forma de aprender y de mejorar. Aquí viene gente de otros laboratorios a pasar unos días o unos meses, y yo cuando voy a un congreso explico cosas que justo hemos acabado de trabajar. A parte, no todos los resultados científicos encajan con el formato paper. Nosotros, por ejemplo, generamos una gran cantidad de datos y resultados que compartimos en forma de bases de datos abiertas a toda la comunidad científica. Tenemos el IntOGen.org (Cancer Mutations Browser), una página web donde puedes buscar todos los genes de cáncer que hemos identificado, con sus respectivos patrones, el tipo de cáncer donde encontramos mutaciones, y de ahí te puedes bajar todos los resultados. Por otro lado, toda esta información que generamos con el análisis de miles de tumores en todo el mundo es útil para interpretar las mutaciones que se encuentran en un nuevo paciente de cáncer. Con esta idea hemos desarrollado una herramienta para interpretar el genoma de los tumores. Por ejemplo, en el Hospital Clínic se detecta un nuevo tumor y se secuencia una parte del genoma, se encuentran una serie de mutaciones y entonces alguien se hace la pregunta concreta de “¿qué quieren decir estas mutaciones en este paciente?”. Nuestra herramienta ayuda a contestar esta pregunta, y con esta información el oncólogo puede adaptar mejor el tratamiento del paciente en cuestión.
Por tanto, la comunicación entre la investigación y el oncólogo es un factor clave. ¿En Cataluña vamos bien, en ese sentido?
Sí. Yo tengo mucho contacto con la gente de la Vall d’Hebron, del Hospital Clínic, y ahora hacemos un proyecto muy interesante con la Fundació Josep Carreras. Sí, esto está pasando. Yo no soy médico, no veo pacientes, pero estoy muy en contacto con la gente que los ve.
En las carreras de ciencias hay una aplastante mayoría de mujeres; en casos como biología o farmacia es clarísimo. ¿Pasa lo mismo cuando hablamos de liderazgo de equipos?
Pues no, ¡aquí también entra en juego el famoso gráfico de la tijera! En biología hay más mujeres, un 60% por ciento aproximadamente, y en el doctorado algo parecido, pero hay un momento en el cual la dinámica se cruza. Es el momento del liderazgo, de la adquisición de responsabilidad y, de repente, ves un 80% de hombres. ¿Qué pasa? Buena pregunta. Mira, yo soy científica e intento aproximarme a este problema de una forma científica. Eso que te cuento pasa y es una evidencia. Hay estudios, por ejemplo, que indagan en algo que se llama unconscious bias. ¿Qué te viene a la cabeza cuando alguien te habla de un científico? Pues te imaginas un señor, quizás de unos cincuenta años, en bata. Una señora, e incluso un hombre sin bata no se ajusta al paradigma, y eso genera menos confianza o credibilidad en relación con lo que te explica, aunque sea de forma inconsciente. Tenemos un prejuicio inconsciente y eso afecta, evidentemente, a cómo se evalúan los artículos, a cómo se evalúa la investigación, en cómo se dirigen a ti en una entrevista.
“El momento en el que la dinámica de presencia de mujeres cambia coincide con el momento de la maternidad y, si lo paras a pensar, la maternidad es un tiempo muy pequeño en la carrera de una mujer”
Vamos, lo que de toda la vida hemos llamado machismo…
Podemos llamarle machismo o también tener prejuicios. Porque también se está estudiando este caso de prejuicios en personas de color. Si tú piensas en la imagen prototípica de un científico tampoco se te aparece en la imaginación una persona de color. Es muy interesante que se estudie este aspecto y que lo podamos corregir. Porque para la ciencia la diversidad es muy positiva; cuanto más diversos son los equipos más creativos devienen. El momento en el que las dinámicas de presencia de las mujeres cambian (el famoso gráfico de la tijera que te comentaba) coincide con el momento de la maternidad y, si te lo paras a pensar, la maternidad resulta un tiempo minúsculo en la carrera de una mujer. Si estás embarazada, y la cosa va bien, quizás tienes un par de meses de escasa movilidad, donde experimentas más problemas, e incluso tienes que quedarte en casa. Pero en la mayor parte del embarazo puedes trabajar. Cuando nace la criatura también se trata de pocos meses; si tienes una pareja que está a tu lado, la cosa afecta –o tendría que afectar– tanto a tu pareja como a ti misma. Por tanto, la mujer está más atada sólo durante unos meses. En una carrera científica eso no debería impedir en ningún caso que seas catedrática o que lideres un grupo de investigación. Por tanto, deberíamos proteger un poco más este espacio temporal, en el sentido que se tenga en cuenta que durante pocos meses debes viajar menos, debes tener menos visibilidad internacional, quizás necesitarás trabajar desde casa, o tener una guardería cerca y facilidades en tu lugar de trabajo. ¡Y eso no tendría que ser tan complicado!
Te pondré un ejemplo. Yo antes trabajaba en el PRBB (Barcelona Biomedical Research Park), y cuando tuve a Clara, mi primera hija, a veces me la traía al trabajo, porque debía darle de mamar, y después mis padres se la llevaban a la paya a pasear. ¡Pero no teníamos sala para dar de mamar! Claro, en mi despacho no podía porque tenía una oficina de cristales transparentes y la solución era ir al lavabo de minusválidos, que no era precisamente un lugar muy agradable para hacerlo. Pues ahora en el PRBB ya tenemos una sala para dar de mamar. Son pequeños cambios muy poderosos y de poco coste.
“Nos falta tradición de dar dinero a la ciencia. En los Estados Unidos, por ejemplo, hay institutos enteros que llevan el nombre de una persona que ha dado millones de dólares a la investigación o que pagan directamente el sueldo a un científico”
Investigación como la tuya aquí se acostumbra a sufragar públicamente. ¿El sector privado debería invertir más en investigación?
Nos falta mucha tradición de dar dinero a la ciencia. En los Estados Unidos, por ejemplo, hay institutos enteros que llevan el nombre de una persona que ha dado millones de dólares a la investigación o que pagan directamente el sueldo a un científico. En Inglaterra también hay tradición. Ayudan unas leyes de mecenazgo que comportan desgravar impuestos, también es cierto, porque conllevan beneficios fiscales. En el IRB por ejemplo hemos hecho el #RepteMetàstasi, un proyecto para ir cambiando de paradigma y explicar a la gente que puede participar en la investigación y, sobre todo, informarse de lo que hacemos. Eso ha pasado en fenómenos como La Marató, donde la gente participamos de la ciencia, aunque sea haciendo cosas, llamando y dando dinero o, como hacemos en la escuela de mis hijas, con un desayuno solidario organizado por la AMPA. Son formas de imbricar ciencia y sociedad que deberíamos hacer más a menudo.
Escucho lo que me cuentas, miro tu currículum, y el impacto enorme de tu trabajo en la vida de la gente… y pienso: ¿qué hace esta señora aquí, pudiendo estar en Seattle cobrando siete veces más pasta y con un equipo con el doble o el triple de peña?
Es una muy buena pregunta… Yo cuando decidí volver de Inglaterra, tenía claro que mi ilusión era hacer investigación puntera (es decir, exactamente la misma que podría hacer en Londres, en Boston o en Seattle) pero desde Barcelona. La quiero hacer desde aquí por varias razones: la primera es porque yo soy una persona muy de familia, y quiero estar con mis padres, mi pareja y mis hijas. Pero, por otro lado, si la hago aquí estoy contribuyendo a mi entorno, a que Barcelona y Cataluña sean más visibles en el mundo. Me siento mejor haciéndola aquí que en otro lugar. Ahora, si no la pudiera hacer aquí con las condiciones que necesito, me iría, como haría cualquier otro científico del mundo.
Barcelona transpira una potencialidad científica enorme y diría que nosotros todavía no somos conscientes de ello.
Es lo que te decía ahora. Yo estoy aquí porque puedo hacer la mejor investigación posible ahora mismo. ¡Los grupos que tenemos aquí en el IRB son buenísimos! ¡Los del PRBB, el CRG (Center for Genomic Regulation) y en la UPF también son brutales. El entorno en investigación en medicina de Barcelona no tiene nada que envidiar a ninguna ciudad del mundo.
“Si queremos banalizar y comunicar la ciencia a golpe de titular, la cagaremos. ¿Cuántas veces hemos visto titulares en los que se ha curado el cáncer? Yo no curo “el cáncer”
Pero esta entrevista que estamos haciendo será menos leída que una sobre el tuit de turno que tenga que ver con el procés o cualquier parida de noticia sobre el Barça… ¡cuando en Barcelona tenemos a 20 o 30 Messi del campo de la biomedicina!
De investigación en biomedicina, que es el ámbito que yo conozco, ya te puedo decir que sí. ¿Qué tenemos que hacer? Mira, yo he vivido en Inglaterra y allí, quizás por la propia historia del país, la gente está más acostumbrada a hablar de ciencia en la radio o en la televisión. La BBC tiene programas de ciencia muy interesantes, por ejemplo. Igual que se habla de futbol, pues aquí podríamos hablar un poquito más de ciencia. Yo lo único que puede hacer desde mi parte es poner mi granito de arena y explicártelo. Por eso comunicar también es responsabilidad nuestra; tenemos que saber explicarnos, con palabras que entienda cuanta más gente mejor, de forma llana, para que no haya una barrera entre la gente que tenemos una formación científica y la que no.
Aquí en el IRB hay un departamento de comunicación, una persona de mi equipo, Martina Gasull, tiene un blog donde explica cosas que hacemos de forma asequible. Tenemos que ser claros y simplificar los mensajes complejos pero también ser rigurosos. Yo en una charla donde haya gente interesada en escucharme y tenga tiempo para explicarme me siento muy cómoda. Lo que me asusta es el sensacionalismo de los titulares, de los clics y todo esto. Si queremos banalizar y comunicar la ciencia a golpe de titular, la cagaremos. ¿Cuántas veces hemos visto titulares donde se ha curado el cáncer? Yo no curo “el cáncer”. Entre todos avanzamos, hacemos pasos importantes, pero siempre hacen falta más estudios i muchas veces años para traducirlo en soluciones para los pacientes. Los titulares donde se cura continuamente el cáncer hacen mucho daño: primero, porque hay gente que lo está pasando muy mal y después porque puede haber gente que se crea que le estamos engañando. ¡No culpo sólo a los periodistas, que quede claro! Pero vivimos en una sociedad que se mueve demasiado por el clic, por el titular, por la consumición rápida de información. Si la gente dedica un tiempo a escucharnos, aunque sea en formatos más informales como los Pints of Science (yo he participado en alguno y es muy positivo, porque lo haces en un bar, en un ambiente informal pero no pierdes el rigor), produces un entorno de comprensión mucho más sano y, sobre todo, mucho menos sensacionalista.
“Está demostradísimo que invertir en ciencia es lo que sale más rentable para un país a largo plazo”
Si un conceller de cultura no sabe quién es Beethoven es un ignorante. Si no sabe qué es un genoma se le perdona, incluso si ocupa el trono de sanidad o de investigación…
Estaría bien que estuvieran interesados en la ciencia, y no sólo porque es mundo apasionante, sino porque está demostradísimo que invertir en ciencia es lo que sale más rentable para un país a largo plazo. Y recalco la frase: ¡a largo plazo! Porque no habrá un retorno en dos o cuatro años, sino en mucho tiempo. ¿Qué han hecho muchos países durante la crisis? ¡Invertir más en ciencia! ¿Y España? ¡Pues la ha recortado! Es un error descomunal, porque invertir en ciencia no es gastar dinero, es invertir en futuro.
Quien va clicar seguro esta entrevista es un enfermo de cáncer. ¿Qué le decimos?
Esta pregunta me cuesta, porque no quiero entrar en sensacionalismos. Yo le diría que confíe en los oncólogos i las oncólogas de nuestro sistema de salud, porque tenemos la suerte de tener profesionales y hospitales que están entre los más punteros del mundo. Por tanto, yo le diría que estuviera tranquilo porque está en buenas manos.