"Dirigir un diario es apasionante, lástima que tenga que salir cada día". Es una frase de Carles Capdevila (Els Hostalets de Balenyà, Osona, 1965) que retrata bien el ingenio y la gracia de este periodista y guionista para señalar que, en realidad, la vida es más que una suma de hechos extraordinarios o de momentos llamativos. Es un continuo de gestos y acciones cotidianas guiadas por un proyecto y el buen humor.
Podía haber sido uno más de los talentos que circulan por la radio y la televisión... hasta que asumió la responsabilidad de emprender y dirigir el proyecto del diario Ara. Era el proyecto de la vida de Capde, y lo hizo crecer sin aspavientos, tal como ha sabido hacer con la enfermedad que se lo ha llevado este jueves por la noche. Capdevila estaba casado con la periodista Eva Piquer, con quien tenía cuatro hijos.
"En estos años", decía en su discurso de despedida de la dirección, el 24 de noviembre de 2015, "no he desconectado un solo fin de semana. He estado siempre conectado, de siete de la mañana a doce de la noche. He sacrificado a la familia y la vida por el bien del proyecto. Ara ha sido el proyecto de mi vida. Ahora el proyecto de mi vida es mi vida". Proyecto. Esta es la palabra. Aparece 21 veces en su despedida de la redacción.
Cotidianidad, proyecto, buen humor. Lo resume uno de los pasajes de aquel despido: "Hace falta defender la independencia periodística cada día, dando la batalla, con coraje. Hacen falta periodistas valientes, gestores valientes. Y hace falta que los lectores paguéis por los contenidos para mantener las redacciones. Un medio demasiado dependiente de los accionistas o de las ayudas o de la publicidad no será independiente, por definición. Tenemos que entenderlo así, porque un país sin medios libres nunca será un país libre".
"Que el diario sea educado, creativo, sensible con los que sufren, agradecido con los voluntarios y quienes arreglan el mundo"
El otro gran proyecto de Capde fue dignificar la tarea educativa, difundir y estimular la responsabilidad de padres y maestros en la tarea de hacer crecer a los hijos. Es muy probable que, entre la gente corriente, Carles sea más conocido por esta faceta que como periodista. Con esta actividad ha llegado directamente a miles de personas, que quizás quedarían estupefactas al saber que, en realidad, aquel hombre estimulante y motivador, que les retaba a ser mejores padres y maestros excelentes, personas con actitud y valores, era director de un diario y había sido subdirector del Malalts de tele, de TV3, o el de "Alguna pregunta més"? en El matí de Catalunya Ràdio.
Ambas pasiones se reunieron en dos programas que dirigía y presentaba (Eduqueu les criaturas, en Catalunya Ràdio, y Qui els va parir, en TV3) además de en varios libros, entre ellos, Criatura i companyia, que se llevó el premio Pere Quart de humor y sátira o algunos episodios de Les Tres Bessones.
Carles Capdevila dejó su huella en los medios desde joven, en el programa Guirigall, de Ràdio Pista, hasta las páginas del Sport mientras vivía en Nueva York o en centenares de columnas que, con su firma, han aparecido en los diarios Avui, El Periódico y El 9 Nou.
En noviembre del 2016 recibió el Premi Nacional de Comunicació en la categoría de prensa, por su "gran sentido de la ética y de la dignidad" al frente del diario. Con ocasión de recibir este galardón fue especialmente contundente con los que amenazan a los medios. "La libertad de prensa la defendemos los periodistas no cediendo a presiones y tendrían que defenderla los poderes teniendo la dignidad de no fastidiar tanto". A él, tanto esfuerzo para acorazar el Ara le daba fastidio y le sacaba tiempo para cuidarse del proyecto y de las personas que lo sacaban adelante, a las que recomendó: "Que el diario sea educado, creativo, sensible con los que sufren, agradecido con los voluntarios y los que arreglan el mundo, respetuoso con los maestros y educadores".
Aun este año, publicó "La vida que aprenc", una recopilación de sus columnas en Ara, donde sobretodo habla, como él los llamaba, de "gente que no se vende": enfermeras, maestros, voluntarios ... Esos currantes que son el cañamazo sobre el que se hilvanan las vidas más difíciles. Carles Capdevila, que tampoco se vendía, era uno de ellos.