Mireia Boya nació en 1979 en un hospital de Saint-Gaudens, un pueblo del Alto Garona, cerca de la frontera con la Vall d'Aran. Su madre tenía 43 años y, como la sanidad de Viella no daba suficientes garantías, la familia se quiso asegurar que no habría complicaciones en el parto yendo a Francia. Su hermano Jusèp Boya, que ahora es director general de Patrimoni con Santi Vila, es bastante mayor que ella. Boya me explica con una sencillez que parece marca de la casa que es el fruto imprevisto de “un gol por la escuadra” que sus padres se marcaron en un hotel de Torremolinos durante unas vacaciones en la playa estropeadas por la lluvia.
Hasta los 17 años, Boya vivió en Les, una población próxima a la frontera francesa, rodeada de montañas y prados verdes que en 1980 no llegaba a los 600 habitantes. Estudiaba en la escuela pública de Viella y sacaba buenas notas sin esfuerzo porque tiene una cierta memoria fotográfica. De adolescente se enamoraba en occitano y en castellano, y le gustaba salir de farra con el grupo por los pueblos de la Vall, sobretodo en la temporada de fiestas mayores. Con los amigos cantaba L'immortèla, el clásico de Nadau que hace tres o cuatro años inspiró una marca de cerveza artesana.
Quizás porque el paisaje y las monumentales farras de montaña la acostumbraron al elemento salvaje, no entiende las polémicas de monja que se inventa el periodismo barcelonés:
- Claro está que me parece mal que la gente haga un quiqui en el metro, pero tampoco hay para tanto.
- ¿Y qué piensas de las esponjas marinas y las copas menstruales?
- Yo utilizo tampax, si me lo preguntas. Pero tengo amigas de Junts pel Sí y del PSC que utilizan la copa. Y dicen que dura todo el día. Esta polémica también me parece un poco buscada, no crees?.
El padre de Boya era cocinero y hacía de pastor en jornadas de veinte horas. Su madre ayudaba en el hostal de la familia, pero se fue enredando en la política aranesa hasta la punto de que llegó a ser diputada por CiU en el Parlament y más tarde Síndica de la Vall d'Aran. Cuando tenía 12 o 13 años, en la escuela le pusieron un trabajo que consistía en estudiar un árbol de los bosques del país y a base de mirarse un abedul del derecho y del revés su vocación quedó fijada. A los 17 años bajó a Barcelona a hacer el COU y después se matriculó en Ciencias Ambientales.
Cursada la carrera en la Universidad Autónoma, se marchó a hacer el doctorado a Canadá. En Quebec hervía el movimiento nacionalista y se interesó por las políticas de integración lingüística, que dice que son muy buenas. También descubrió la situación de las tribus indígenas, que malviven diezmadas por la marginación y el alcoholismo. Durante 4 años y medio trabajó en la Universidad de Montreal mientras hacía la tesis doctoral. Para escribir el trabajo de campo pasó unos meses en Sao Tome y Príncipe, una isla situada delante de la costa de Camerún que combina los paisajes exóticos con chapuzas de cemento.
Una vez doctorada, dejó el Canadá - "hacía demasiado frío" - y volvió a Catalunya. Primero coordinó un máster de paisajismo en la Universitat Autònoma, pero en 2012 se instaló en la Vall d'Aran y empezó a combinar el trabajo de ambientóloga con contratos precarios en la Pompeu Fabra. Durante la Via Catalana de 2013, conoció un grupo que llevaba banderas occitanas cerca de Amposta y se puso de acuerdo con ellos para montar la sección aranesa de la ANC. Aunque su hermano y su madre tienen buena relación con CiU, dice que no se imaginaba que acabaría en el Parlament.
- En aquel momento –me explica-, no había tenido ningún contacto con la CUP. Los empecé a tratar porque cerraron dos empresas que daban mucho trabajo en mi pueblo y los únicos que vinieron a ayudarnos fueron los cupaires del Pallars.
Según Boya, cuando llegaron las elecciones del 27-S la CUP le pidió ir a las listas para cumplir un requisito técnico. Dice que, básicamente, era la única mujer que tenían disponible en la zona –la chica que iba de cuatro todavía estaba estudiando. Aunque se olvide de explicármelo, cuándo la CUP fue a buscarla, era concejal de su pueblo por Corròp, un partido occitanista que ella misma ayudó a fundar en 2015 con el objetivo de romper el bipartidismo histórico de la Vall entre Convergència Democràtica Aranesa y Unitat d'Aran. La renuncia de Ramon Usall durante las negociaciones con Junts pel Sí, pues, la habría cogido por sorpresa. Pero no parece que la haya hecho infeliz.
Por ahora, dice que el trabajo en el Parlament le gusta porque “cada comisión es como ir a clase, siempre hay temas nuevos para estudiar y para preparar.” La vida política le saca tiempo para escribir y este verano quiere encauzar un libro “que sirva para abrir el debate sobre la relación entre los Països Catalans y Occitania”. Boya lamenta que la Vall d'Aran no pase de ser un elemento folclórico en el imaginario catalán y que la política no haya dotado de más contenido a los discursos tópicos sobre las eurorregiones, teniendo tantos argumentos históricos y geopolíticos al alcance.
La diputada de la CUP conoce el libro de August Rafanell La Il·lusió Occitana. No hace falta explicarle que hasta el siglo XVII las Constituciones navarras estaban escritas en bearnés, una variante del occitano perfectamente comprensible para un catalán. “Hay poca gente –me dice- que sepa que las primeras revueltas contra Felipe V que llevaron a la Guerra de Sucesión empezaron en la Vall d'Aran”. Tampoco hay muchos catalanes que sean conscientes de que, a veces, el Govern de la Generalitat tiene la misma actitud perdonavidas respeto a la nación occitana, que España tiene con Catalunya.
Teóricamente, el occitano es oficial en toda Catalunya desde 2006. No obstante, el despliegue de la ley ha sido tan lento que en los concursos de plazas públicas saber aranés suma menos puntos que saber francés o italiano. Cuando estalló la polémica por el manifiesto del grupo Koiné, la diputada de la CUP se ganó algún reproche porque recordó que en Catalunya hay dos lenguas minorizadas, el catalán y el occitano. Boya considera que si las dos lenguas colaborasen más y aprovecharan los vínculos históricos tendrían mucha más fuerza ante el castellano y el resto de lenguas coloniales europeas.
Para Boya la independencia de Catalunya tiene que contribuir a la libertad de los pueblos de Europa. Algunos que la conocen dicen que, en el fondo, Boya tiene su propia hoja de ruta. Es perfectamente plausible que, a largo plazo, ella aspire a ser la presidenta de un Estado aranés confederado con Catalunya y con Andorra, que hable de tú a tú con la Generalitat. Aunque no hable de ello y milite en la CUP, Boya pertenece al grupo de familias influyentes de la Vall, que están divididas desde los tiempos de las guerras carlistas. La diputada pertenece a la primera generación que ha viajado libremente por Europa y que ha restablecido el contacto con el mundo occitano, desde la Segunda Guerra Mundial, y esto le da fuerza política.
Boya tiene claro que la Vall d'Aran es una parte de la nación occitana. En casa siempre han mirado a Francia con más recelo que a España por la carnicería que ha hecho con la cultura de su país. El hecho de que la CUP la haya escogido como presidenta de su grupo parlamentario, pone de manifiesto que hay todo un mundo que se vuelve a despertar, a pesar de los intentos que los Estados francés y español han hecho por enterrarlo, cada uno a su manera. Pareciendo lista, como parece, y con ganas de hacer carrera política, es posible que su figura ponga de relieve que, hasta ahora, ERC y CDC se han tomado el tema occitano en broma y que esto les obligue a ponerse las pilas.
Aparentemente, Boya no tiene ninguna duda de que Junts pel Sí y la CUP están trabajando para llevar a cabo la independencia. Si le comentas que el Govern se está tragando todas las sentencias del TC, responde que no es del todo verdad y que, en cualquier caso, tarde o temprano el Estado español dará un motivo de peso para iniciar la desobediencia. Escéptico, le pido que me ponga un ejemplo y me dice que ve inhabilitada a la presidenta del Parlament, Carme Forcadell. Me río. Hace unas semanas Jordi Sànchez levantó de sus sillas a más de 2.000 socios de la ANC que se habían reunido en Manresa con esta misma imagen.
Todo el mundo que está un poco informado -le explico- sabe que Sànchez lo dijo con una punta incontenible de sarcasmo. Me mira entre divertida y mosca, con su cara de persona dulce pero impenetrable, y me dice. “Mira, yo sólo estoy en Barcelona para hacer la independencia”. Entonces me fijo que lleva unas zapatillas deportivas Munich con unos cordones rojos muy chillones ideales para hacer excursiones en la montaña. Siempre lleva zapatillas deportivas, me dice -excepto de la marca Nike que explota niños del Tercer Mundo. Espero que tenga muchos pares, porque la excursión será muy larga.