Eduardo Zaplana fue una especie de Albert Rivera antes de Ciudadanos. Nacido en Murcia en 1957, su carrera no se explica sin la mediocridad de las élites locales y la necesidad de Madrid de ofrecer una épica española en territorio hostil, a través de un aventurero simpaticote y seductor.

Ambicioso y hedonista, llegó a ser el dueño casi absoluto de la Comunidad Valenciana. Con el apoyo de Las Provincias y de un Aznar cada vez más poderoso, estableció una red clientelar densísima basada en el capitalismo de amiguitos y en la política franquista del coros y danzas, pasada por un barniz de modernidad chabacana, pero llamativa.

Como condottiere al servicio de Madrid, disfrutó de tanta impunidad que la noticia de su encarcelamiento ha generado una mezcla de hilaridad y de sorpresa. Alfons López Tena recuerda que, en tiempos de Zapatero, los miedos de la oposición valenciana pararon una sátira teatral de su vida basada en una obra de Brecht que explica el ascenso de Hitler a través de la historia de un gángster de Chicago.

La ascensión de Zaplana empezó en 1991 cuando su suegro falangista le compró la alcaldía de Benidorm a través de una tránsfuga llamada Maruja la bienpagá, que en el 2009 todavía cobraba del PP. En Benidorm ensayó la política turbia y propagandística que después aplicaría a la Generalitat para poder repartir beneficios a través de la inflación de sobrecostes.

Cuando ETA asesinó a Manuel Broseta en 1992 quedó un vacío de liderazgo en la derecha del país y Zaplana lo llenó con el apoyo de Aznar y de algunos caciques locales. En 1995, era investido presidente con los votos de Unión Valenciana, que pronto quedaría disuelta en el magma de nuevos intereses creados por el PP. El presidente valenciano impulsó una política urbanizadora que ha llevado a mucha gente a la prisión y que acabó con la intervención de la Unión Europea.

La cultura del saqueo, tan viva en un territorio marcado por la reconquista, se asoció a una idea barata de triunfador, que Zaplana representaba de buen grado y consciente de los votos que le daba. El contraste con el amodorramiento de la anterior etapa socialista le dio una aureola carismática y moderna. Los constructores multiplicaron con él los beneficios y eso también contribuyó a extender mucha alegría.

Zaplana despertó una euforia grosera, frívola y cofoista, en un momento que la economía española vivía al ritmo frenético de la ruta del bacalao. El presidente de la Valencia, Paco Roig, le dijo un día, entre carcajadas: "Presidente, ahora voy diciendo que eres maricón para compensar las historias que circulan sobre tus mujeres." Cuando el presidente dejó embarazada a una de las consejeras de su gobierno, envió al arzobispo a hablar con su mujer para convencerla de la importancia de la familia.

Obsesionado en ir a Madrid, promovió proyectos como Tierra Mítica o la Ciudad de la Luz de Alacant que se acabaron hundiendo, pero que de momento le permitían satisfacer su corte y dar una imagen de presidente dinamizador y business-friendly. Las grandes escenografías sin base y la atracción de figuras internacionales decaídas como Julio Iglesias o Yoko Ono eran celebradas por Canal 9, que le reía todas las gracias.

En 2002 Aznar lo nombró ministro de Trabajo. Para no ceder el poder a un solo sucesor que le pudiera quitar el control del país, se marchó a Madrid dejando una guerra civil dentro del partido. Como portavoz del gobierno de Aznar lideró, junto con Acebes, la estrategia del PP de atribuir el atentado del 11-M a ETA.

Cuando era portavoz del grupo de Rajoy, en tiempos de Zapatero, pidió permiso a la mesa del Congreso para hacerse instalar un jacuzzi en el despacho: "Ya sabes que después de algunas visitas hay que ducharse", le dijo a un diputado, tratando de convencerlo de que pidiera también uno.

Una vez fracasado el intento de desbancar a Rajoy, justo cuando España empezaba a pagar las facturas de los desenfrenos, en el 2008 dejó la política. El PP enseguida lo colocó en Telefónica y de presidente del Círculo Siglo XXI. En València había perdido la batalla contra Francisco Camps y Rita Barberá y muchos de sus efectivos fueron pasando a Ciutadans, mientras él se operaba la nariz, los ojos y asistía a sesiones de rayos UVA.

En el 2011, murió uno de sus hijos, y en el 2015 le fue diagnosticada una leucemia de la cual se recuperó, después de haber estado enfermo terminal. La cruzada contra la corrupción hizo que mucha gente se preguntara cómo era posible que todos sus antiguos colaboradores fueran cayendo menos él. Cuando todo el mundo daba por hecho que saldría intocado, un imán de la mezquita de València encontró un montón de documentos en un falso techo de un piso de lujo que había sido de su propiedad, cuando era el rey del mambo de València.

En el peor momento de su vida, ahora que la leucemia le había reaparecido y a su mujer se le había declarado también una, la policía lo detuvo cuando iba a quimioterapia. El juez mandó que ingresara en prisión sin fianza, acusado de delitos fiscales y pertenencia a banda criminal.