La nueva presidenta del ANC, Elisenda Paluzie, es como estas primeras grietas que aparecen en un muro antes de que empiece a colapsarse. Forma parte del grupo de figuras que, entre el 2008 y en el 2011, pusieron la autodeterminación en el centro del debate político a través de las consultas populares por la independencia.

Desde que dejó ERC en 2012, los partidos no han contado con ella, pero ha resistido mejor que la mayoría de impulsores de la autodeterminación el sectarismo y las campañas criminalizadoras. A diferencia de otros pioneros como Anna Arqué, Uriel Bertran o Alfons López Tena, hasta ahora no se ha enfrentado nunca de forma abierta a los partidos procesistas.

Cuando ERC y CiU se apropiaron del movimiento independentista para salvar sus intereses electorales, Paluzie apostó por concentrarse en la presión social, en vez de intentar desafiar su hegemonía. Durante años señaló las inconsistencias de la propaganda del gobierno sin perder la sonrisa, con la esperanza de poder empujar a los partidos a cumplir sus promesas.

Persistente y cerebral, un poco como Jordi Graupera supo preservar su reputación de los ataques injustificados, utilitzando la inteligencia para desmontar los discursos bizantinos del procesismo. Su formación académica le permitió hacer valer su voz de pajarillo en los debates más ruidosos sin dejarse atropellar ni perder el tacto. El hecho de que ahora presida el ANC hace pensar que ERC y la nueva Convergència han perdido, de momento, el control del discurso público.

Paluzie es hija de una familia de intelectuales de Olot comprometida con el país. Educada en el Liceo Francés, en el árbol familiar tiene pedagogos, astrónomos, e incluso esperantistas, muy tocados, por un notable afán de innovación y de servicio público. Su padre tuvo un papel activo en los ámbitos del deporte y de la defensa del medio ambiente, y presidió la comisión de Urbanismo de Barcelona.

Nacida en 1969, fue la primera decana de la facultad de Economía y Empresa de la UB, cargo que ejerció entre el 2009 y el 2017. Después de doctorarse, completó la formación en Yale, en la London School of Economics y en un centro francés que ahora forma parte de la Paris School of Economics. Actualmente es investigadora del Centro de Análisis Económicos y de las Políticas Sociales y tiene la acreditación para ser catedrática. Con el tiempo, podría llegar a ser rectora.

Paluzie tiene una apariencia fría pero es muy sensible. Quizás por la herencia familiar siempre ha oscilado entre su vocación de servicio al país y el miedo a exponer a la picota su imagen pública. El hecho de tener una posición ganada en la universidad le ha dado margen para relacionarse libremente con los partidos, sin comprometer nunca sus convicciones. Con su endemoniado juego de equilibrios, la política universitaria la ha ensenyado a escuchar mucho y a encontrar puntos de consenso.

Conectada con los sectores duros de la vieja FNEC, el sindicato universitario independentista, ha combinado la carrera académica con el activismo, cosa que le ha permitido forjarse un prestigio difícil de atacar y una experiencia que no tienen los actuales políticos de partido, ni siquiera los mejor preparados. Asumiendo la presidencia del ANC se puede decir que ha cruzado el Rubicón. Mientras el procesismo no haga gobierno habrá una cierta paz y Paluzie tendrá tiempo para pronunciar su discurso. Después, es probable que la tensión entre la política institucional y el activismo de calle vaya creciendo.

Tengo curiosidad por ver quién perderá primero la reputación, si los partidos processistes o la presidenta del ANC. Paluzie es una mujer dialogante pero inteligente, comprometida y estricta. El pulso está servido.