Jiménez Losantos es el Freddy Krueger del periodismo español. En las películas de terror de los años ochenta y noventa, Krueger se hizo famoso porque convertía las pesadillas de sus víctimas en realidad. Igual que aquel hombre del saco con aire de espantapájaros chamuscado, Losantos se alimenta de las fantasías negras que el público español tiene metidas en el inconsciente.

El mejor momento de su carrera coincidió con las legislaturas de Aznar y Zapatero. Cuando pasó a dirigir los matinales de la COPE, en el 2003, la democracia española parecía capaz de digerir todos los discursos. Los únicos que tenían pesadillas, en aquella época, eran los políticos que quedaban atrapados en las fauces retóricas del periodista aragonés. Mucha gente, en Catalunya, lo escuchaba puramente por morbo.

Un poco como Freddy Krueger, el personaje público de Losantos es un producto destilado de una historia personal y colectiva dolorosa, barnizada con una pátina asfixiante de justicia abstracta y de bienestar material. Nacido en 1951, su discurso no se entiende sin los paisajes yermos y desolados de la infancia y sin el enfrentamiento soterrado y sórdido que han sostenido las dos naciones que constituyeron el imperio hispánico: Catalunya y Castilla.

Hijo de un zapatero y de una maestra de Teruel, Losantos pudo acabar la educación gracias a una beca rural que mantuvo desde los 10 años. Después de estudiar Filosofía y Letras en Zaragoza, se instaló en Barcelona, capital del Aragón hasta 1714. Mientras se integraba en los ambientes pijo pedantes del PSUC y de bandera roja, se licenció en Filología Hispánica. Cuando ya era liberal, dijo que se hizo comunista para dar sentido a la muerte prematura de su padre, que le provocó una crisis religiosa.

La castellanización forzada de Barcelona hizo que Losantos se sintiera enseguida como en casa. La capital de Catalunya y su área metropolitana era una tierra de oportunidades para los inmigrantes que no tenían nada que conservar y, por lo tanto, que no veían Catalunya com una tierra oprimida. Para los españoles que llegaban con buena formación era un paraíso que les permitía olvidar y huir de sus demonios sin que nadie les llevara la contraria, aparte de las élites desprestigiadas del franquismo.

La emergencia de una nación que había hibernado durante cuatro décadas cogió Losantos desprevenido. Como ha pasado con muchos catalanes que se han hecho independentistas para sorpresa de sus amigos españoles, el periodista vio cómo un idioma que no conocía de repente se hacía necesario para prosperar y para conectarse con el país. En vez de atribuir el fenómeno a la libertad que la democracia daba a los catalanes, lo atribuyó al adoctrinamiento y el fanatismo.

En 1979 publicó Lo que queda de España, un libro que su misma editorial, El Viejo Topo, rechazó por anticatalanista y que Francisco Umbral elogió por gracianesco y castellanista. El ensayo explotaba el tema de la patria en peligro, que tan bien utilizó después el pujolismo. Losantos reivindicaba la tradición liberal decimonònica, una tradición que estaría bien si no necesitara extinguir la nación catalana para poder aplicarse en el Estado español tal como lo conocemos ahora.

A pesar de ser aragonés, se presentó con el partido andalucista en las primeras elecciones autonómicas para hacer ver que defendia a los inmigrantes, En 1981 encabezó un manifiesto contra la inmersión lingüística aprobada en el Parlamento con una anchísima mayoría. El manifiesto provocó escándalo. Incluso El País y los escritores de la escuela de Barcelona que no habían escrito ni una línea en catalán durante la dictadura, lo calificaron de miserable.

Losantos daba clases en Santa Coloma, en la primera escuela del país que empezó a aplicar la inmersión. Un día, tres chicos de Tierra Libre lo secuestraron, lo ligaron en un árbol en medio de un descampado y le clavaron un tiro en la pierna, justo por encima de la rodilla. El episodio provocó la huida de varios firmantes del manifiesto, que la prensa de Madrid convirtió en artillería contra el pujolismo.

Nacido en una luna llena de estas que hacen aullar a los lobos, Losantos encontró en Madrid el caldo de cultivo que necesitaba para explotar, con toda la mala leche posible, sus complejos patrióticos y de clase. Después de unos años de combinar el oficio de columnista con el de maestro en una escuela de Madrid, fichó para el ABC y empezó a colaborar en la COPE.

Con la muerte repentina de Antonio Herrero, Losantos se encontró al frente del programa nocturno La Linterna. Aznar veía en su liberalismo, tan próximo al falangismo, en el aspecto nacional, la coartada perfecta para combatir la hegemonía pujolista en Catalunya. Así, en el 2003, pasó a presentar las mañanas de la COPE. Su discurso anticatalán le permitió captar más oyentes de los que nunca había tenido la radio episcopal

Losantos es una versión castiza de León Daudet, el periodista occitano que dio voz a la ideología antisemita del Action Française. Su estilo pugilístico y pintoresco, lleno de invectivas y de insultos estrafalarios, hace pensar en el hijo de Tarascón y en cómo el desarraigo lo convirtió en un reaccionario sin escrúpulos. Ambicioso y visceral, igual que Daudet, la táctica de Losantos para ascender ha sido morder a cualquier pez gordo que no le hiciera caso suficiente y poner siempre la patria como excusa.

En el 2008, la COPE se lo sacó de encima, harta de coleccionar querellas. El estallido del independentismo le permitió poner su propio chiringuito, Esradio, desde donde emite ahora sus sermones cada día más seniles sobre el apocalipsis nacional de España. Erudito, pero desligado de cualquier realidad concreta que vaya más allá de su interés particular, la cultura le sirve para deslumbrar al pueblo y para poner en evidencia su ego napoleónico.

Losantos es el títere de una España que no ha tenido todavía su Juicio de Nuremberg y cada mañana puede acusar a alguien de terrorista o comparar Catalunya con la Alemania nazi. Esta semana ha recordado al nuevo presidente de la Generalitat, Joaquim Torra, que si Barcelona no ha sido bombardeada como en el siglo XIX o XX es porque España está gobernada por cobardes. En las elecciones europeas del 2014 hizo campaña a favor de VOX, que no sacó representación, y ahora ayuda a Ciudadanos para desbancar al presidente Rajoy, al que hace unos años llamaba maricomplejines.