Miguel Ángel Gimeno es una especie de Pepe Rubianes, o de Justo Molinero, o de Javier Ocaña o de Javier Cercas, pero con toga de juez. Catalunya ha sido para él poco más que un refugio. Aunque nació en un pueblecito oscense, su identificación con el país se ha ido forjando, sobre todo, por oposición a la España de Franco y de Aznar.
Así como algunos catalanes se han hecho españoles por oposición a Pujol, hay muchos españoles que se han acercado a Catalunya por oposición al poder de Madrid. La alianza entre los catalanes no asimilados y los españoles progres es tan vieja como la decadencia de los Borbones. Nunca ha dado buenos resultados. Pero se ha ido reproduciendo igualmente.
En la presentación que realizó ante la comisión parlamentaria que destituyó a su antecesor, Gimeno dedicó mucho rato a insistir en su catalanidad. Nacido en Binéfar en 1950, cuando la mayoría de pantanos estaban todavía por hacer, el expresidente del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya contó que la primera guardería a la que le llevaron sus padres estaba en Lleida.
También recordó que la escuela donde ejercía de profesor, antes de dedicarse a la magistratura, estaba en la ciudad del Segre. Gimeno reivindicó el antifranquismo rememorando el ambiente "de esperanza" que había cuando empezó su actividad docente. Como si lo presionara la conciencia histórica, aseguró que el hecho de haber realizado toda carrera en Catalunya hace que se sienta "legitimado" para ejercer de director de la oficina antifraude.
Su discurso, incluido el lenguaje corporal, desautorizaba con una fuerza implacable a su antecesor, que con la manera de hablar y de vestir daba la impresión de conocer sólo la Catalunya del upper Diagonal. Si Daniel de Alfonso estudió en una universidad privada de Madrid, Gimeno se sacó la carrera a la universidad de Lleida y de Barcelona.
El exportavoz de Jueces por la Democracia representa al magistrado bueno, en el imaginario que la justicia española ha construido en Catalunya. Gimeno ejerció de abogado laboralista durante un tiempo, antes de estudiar oposiciones para ser juez. En este sentido, recordó que su carrera estuvo vinculada a la área metropolitana, antes de entrar en la Sala de lo Penal de la audiencia de Barcelona, en 1993.
Para presentar su candidatura, el nuevo presidente de la oficina antifraude utilizó en todo momento el catalán. Personas que lo conocen dicen que nunca en la vida lo habían oído hablarlo durante tanto rato ni en público ni en privado, ni siquiera en ambientes marcadamente catalanohablantes.
Ningún diputado le preguntó porque sintiéndose tan catalán, ha contribuido tan poco a preservar el idioma del país. O porque bajo su presidencia el TSJC instruyó la causa contra Mas en castellano. Amigo íntimo de Roser Bach, la mujer de Germà Gordó –que està en el Consejo General del Poder Judicial–, Gimeno recibió grandes elogios del portavoz de Ciudadanos, que lo conocía de la etapa en la Audiencia.
Como la mayoría de partidos reconocieron, era difícil que el gobierno encontrara otro nombre capaz de generar más "consenso", que es el concepto con el cual se esconde hoy la base intolerante y violenta del Estado español. Sobre Gimeno, incluso los periodistas veteranos hablan bien. En Catalunya, un juez que no te ponga problemas para declarar en tu lengua y que no tenga una familia que odie el país o que sea del Español, tiene mucho puntos para caer bien.
El hecho de que el presidente del Tribunal Supremo, el aznarista Carlos Lesmes, lo acusara de retrasar la querella contra Mas, ha acabado de redondear su fama. Cuando Gimeno era presidente del TSJC, Lesmes utilizó la querella del 9N para debilitarlo aprovechando las presiones un poco histéricas del PP catalán, que quería utilizar la justicia para influir en las elecciones del 27S.
Gimeno no pudo renovar el cargo, como habría sido lógico y habitual. Su caída tuvo que ver con las luchas sectarias entre la izquierda y la derecha española, pero Catalunya fue una excusa excelente para que todo el mundo pudiera ganar alguna cosa. Ahora Lesmes tiene bien atado al TSJC, mientras que Gimeno ha conseguido un premio de consolación que refuerza la alianza entre los independentistas y los españoles progres que no tienen posibilidades de prosperar en Madrid.
Durante su comparecencia, Gimeno insistió en la necesidad de preservar la separación de poderes. Lo que no explicó, y nadie parece que quiera contar, es qué margen tiene un juez para aplicar la ley española en Catalunya sin agreder el país. Porque la ley española sin duda da margen para ser interpretada desde posiciones progresistas o conservadoras, pero en el ámbito nacional dudo de que ofrezca la más mínima flexibilidad.
Es lo que decía el Ara, en junio del 2012, cuando Gimeno presidía el TSJC: "El Tribunal Superior de Justicia de Catalunya volvió a dar ayer malas noticias al catalán. La culpa es de la sentencia del TC contra el Estatuto, pero el presidente del Tribunal no ha hecho nada para evitarlo." Algún día habrá que explicar porque el entorno convergente tiene la mania de colocar magistrados castellanohablantes en los sitios de más responsabilidad. Quizás tiene algo que ver con el Decreto de Nueva Planta.
Un dato: en 1883 la confianza en la justicia española era tan escasa que el número de abogados por habitante en Barcelona todavía no había igualado el que había en 1714. Y otra: hasta después de la Guerra de Sucesión, Binèfar perteneció al Principado. Despues de la guerra civil, todavía una parte de la población hablaba catalán. Al lado de la historia y el prestigio que la magistratura tiene a Catalunya, la separación de poderes y las conversaciones entre De Alfonso y Fernández Díaz, son una broma.