La diputada de Podemos en el Parlament Jèssica Albiach lucía el cabello teñido de color rosa cuando era adolescente y estudiaba en el instituto Pio XII de la ciudad de Valencia. Aunque siempre sacó buenas notas, el último año hizo un esfuerzo para pasar el curso con excelentes. Así se aseguraba un año gratis en la Universidad Cardenal Herrera, donde estudió periodismo. Había leído Territorio Comanche, de Arturo Pérez Reverte, y tenía una visión romántica de la profesión.
El oficio resultó ser menos romántico de lo que esperaba y, mientras trabajaba en puestos grises del sector, se acercó a la antropología, al yoga y vino a Barcelona a hacer un master de comunicación política y estrategia. Entre tanto se diplomó en fotografía, e hizo estancias en Praga y en Bruselas. En el master hizo una tesina sobre el anticatalanismo y llegó a la conclusión de que el blaverismo es un fenómeno transversal, a veces incluso inconsciente, que encuentra su caldo de cultivo en la ignorancia.
Nacida en Valencia en 1979, su madre se casó con 16 años, la tuvo con 19 y los 22 ya estaba separada, aprovechando la primera ley del divorcio aprobada por los socialistas. La infancia de Albiach fue feliz y pintoresca y le forjó un espíritu inquieto y aventurero. Creció entre mujeres: la madre, la tía, la bisabuela y la abuela, que empezó a trabajar de criada a los 11 años y que aprendió a sumar y multiplicar con su nieta. El abuelo, que había nacido en una cueva, tenía una tienda de marcos y banderas y se pasaba el día trabajando o haciendo tertulia con los amigos del grupo de las fallas.
La madre era vendedora ambulante y los abuelos y la bisabuela no eran de lamerse las heridas pero habían sufrido en la guerra: una hermana de su abuelo cruzó los Pirineos a pie porque la denunció otra hermana. Aunque en casa no sobraba el dinero, la madre hizo lo imposible para que tuviera la educación que ella no había podido recibir. Hasta los 14, la llevó a un colegio de monjas en el cual se sintió poco adaptada. Albiach hizo toda la escolarización en castellano, pero en casa sólo hablaba catalán. La diputada incluso recuerda haber corrido con su madre huyendo de la policía en las manifestaciones del 25 de abril.
En julio del 2010, Albiach viajó a Barcelona para asistir a la manifestación que desmontó la Catalunya autonomista. “Yo no venía a defender la independencia, sino que venía a protestar contra la sentencia del Estatut, que me pareció una burrada". Dice que una de las pocas cosas que la separa de la CUP es la idea de marcharse de España, aparte que Podemos “se preocupa más” por ganar las elecciones. Aunque la política siempre le había interesado, no se había planteado nunca entrar en un partido hasta que estalló el 15M.
Si entró en el partido de Pablo Iglesias, dice que fue porque un día se encontró a Bea Rilova en el metro. Albiach trabajaba en el gabinete de comunicación del ayuntamiento de Cornellà, se preparaba para ser maestra de yoga y estudiaba portugués con la idea de ir al Mato Grosso a conocer a las tribus de Brasil. En aquel momento Rilova llevaba a expansión territorial del nuevo partido y era una de sus figuras emergentes. Albiach se acercó y le preguntó qué podía hacer para colaborar. Rilova tiene sólo un año menos que Albiach, y también es una chica independiente, con aficiones tan diversas como la biología, la trompeta y la pintura, de manera que debieron conectar.
Ahora hace un año que Albiach se hizo cargo de la secretaría de comunicación de Podem. Igual que la mayoría de políticos de su edad su vida ha cambiado en muy poco tiempo y todavía puede cambiar mucho más. En un momento dado tuvo que escoger entre ir de diputada a Madrid o a Barcelona. No hace ni veinte días se postuló para aspirar a la secretaría general del partido en Catalunya. Albiach ha aparecido como una candidata de consenso entre la figura oficialista de Raimundo Viejo, y Albano Dante, que encabeza la corriente crítica con Pablo Iglesias y el centralismo de Madrid.
Como la mayoría de diputados jóvenes que no son independentistas, la capital de España es su horizonte natural. Dice que no se plantea ir porque tiene otras prioridades, como por ejemplo ganas de ser madre, y porque no sabe cuánto tiempo estará en la primera línea del partido. Albiach es un culo de mal asiento y no ve clara la posibilidad de convertirse en una profesional de la política, pero reconoce que si fuera más joven, quizás sí que preferiría estar en el Congreso. De momento, está entusiasmada con la comisión de educación que le ha tocado en el Parlament y dice que cuando acabe esta etapa quiere hacer un máster para especializarse en el tema.
Como candidata a la secretaría general de Podem, Albiach ofrece acabar con los enfrentamientos internos. Dice que el partido ha vivido dinámicas muy duras y que la gente se tiene que tratar mejor. Mientras habla, no dejo de pensar que es una versión valenciana de Anna Arqué –Anna Gabriel es más intensa, no habla con la misma combinación de simplicidad, candor y contundencia–. A pesar de la invasión de mujeres que está viviendo la política, hay pocas que no parezcan meros instrumentos al servicio de un hombre o de un poder esencialmente masculino.
Todas las encuestas señalan que las políticas, si son atractivas, aportan un montón de votos. Pero repasen las mujeres jóvenes que han aparecido en la política y piensen cuántas hay realmente genuinas, es decir, dispuestas a decir que no con la simplicidad con que yo lo escribo: No. Albiach es perfecta para Podemos porque habla desde la experiencia, tiene las piernas largas, una cara bonita y un cuerpo felino. Como es de Valencia todavía cree que Pedro Sánchez acabará pactando un referéndum con Podemos. Además, tiene un talante ejecutivo y conecta con la memoria catalana del franquismo y la guerra civil, sin ser independentista. Esto, en un país que está abriendo la caja de pandora del pasado, también tiene su peso.
Igual que ya escribí en el perfil de Núria Parlon, vendrá el día que las dos se encontrarán teniendo que escoger entre defender un referéndum unilateral o empezar a gesticular y a envenenar de pequeñas mentiras sus buenas intenciones. De momento, Albiach es ideal para desmontarle el chiringuito a Albano Dante, que es un politico con un sentido de la justicia indiscutible. Si Raimundo Viejo tiene el problema que es demasiado español, Dante es demasiado agresivo y ambicioso para el estándar catalán y, como nació en Argentina y tampoco entiende bien de qué va eso de España, quiere llevar la plurinacionalidad un poco demasiado lejos.