Marta Sánchez es la clásica figura de la comedia humana de Madrid, aferrada a una fama decadente cada vez más sórdida y nostálgica. Su padre era cantante de ópera y de pequeña jugaba con los hijos del tenor Alfredo Krauss. En la escuela sacaba malas notas porque vivía soñando en un futuro de cuento, convencida de que cuando fuera grande sería una estrella del pop y se casaría con un hombre guapo y rico.
Sus padres le regalaron una guitarra cuando hizo la primera comunión y, a los 13 años, ganó un concurso con una canción dedicada a la virgen Maria que se llamaba María, una amiga más. Pocos años después apareció al programa de Torrebruno Sabadabadà. Con la guitarra en el regazo y la camisa abrochada hasta el cuello, cantó otra canción compuesta por ella misma que hablaba de alejarse "de este pueblo par ver una vida llena de amanecer".
A los 18 años se pagó un book de fotos y lo hizo circular por Madrid. La movida vivía un gran momento, los productores buscaban chicas atrevidas que acabaran de romper con la cultura nacional católica de la dictadura. Primero fichó por Cristal Oskuro, un grupo tecno que sólo llegó a grabar un disco. Pero seis meses después Olé-Olé le dio el sitio de Vicky Larraz, que quería hacerse un repertorio propio y acabó presentando programas de televisión.
Sánchez enseguida supo como eclipsar el recuerdo de su antecesora, que tenía buena voz, era carismática y había dado muchos éxitos al grupo. En plena promoción del disco Bailando sin salir de casa se tiñó de rubio de un día para el otro, como si fuera Marilyn Monroe. De entrada los productores pusieron el grito en el cielo, pero enseguida vieron las ventajas del cambio de imagen, en un momento en el cual la movida madrileña iba de capa caída y el grupo necesitaba adaptarse a los nuevos tiempos.
El nuevo disco, Los caballeros las prefieren rubias ya se planteó de acuerdo con la imagen de sex symbol que Sánchez había decidido adoptar. Canciones como Sola o Soy infiel marcaron el tono picante de la música que la haría famosa. Entonces todavía no existía el Porntube. Los pechos grandes estaban de moda y cantantes como Samantha Fox o Sabrina Salerno, que enseñaba un mugroncito en el clip de Boys, boys, boys, levantaban grandes pasiones.
A Sánchez no le pasó nunca como a Sabrina, que en una gala de TVE se tuvo que volver a poner el pecho izquierdo dentro del sujetador porque le saltó mientras botaba, pero empezó a aparecer ligera de ropa, con corpiños de conejilla del Play Boy. En 1988, Quatro hombres para a Eva consolidó los pechos de Sánchez entre los más voluminosos y atractivos de la escena musical. La cantante grabó un anuncio para la CocaCola y la Navidad de 1990 actuó en una fragata para animar a los soldados españoles destinados en el golfo Pérsico.
A pesar de las reticencias a dejarse fotografiar por Interviú, un robado de los paparazzis mientras era de vacaciones la decidió a aceptar una oferta de la revista, que en 1991 le pagó 30 millones de pesetas para salir desnuda en sus páginas. La cantante pidió una parte en negro y después denunció la revista por impago, historia que ha vuelto a salir en las últimas semanas, a raíz del cierre de la revista.
En la cumbre de su fama, Sánchez dejó Olé-Olé dispuesta a hacer carrera en solitario. En 1993 sacó el primer disco de la nueva etapa, Mujer, del cual saldría su último éxito importante: Desesperada. La canción se tradujo al inglés y abrió unas expectativas que no se cumplieron porque los intentos de evolucionar y de establecerse como una cantante seria murieron todos en la afectación y la falta de buen gusto.
Incapaz de superar los réditos que le había dado la imagen de sex symbol, Sánchez no dejó de grabar discos pero se fue momificando dentro de su propio cuerpo. Obligada a bailar y a cantar como si fuera una jovencita lustro tras lustro, ha ido cogiendo aquella chavacaneria sórdida que da la pereza, cuando abusas de un talento. Aunque se conserva bien para tener 51 años (nació en Madrid en 1966), el tiempo no pasa gratis, sobre todo cuando vives al día.
Esta semana la fama de Sánchez ha reavivado. La idea de poner letra al himno español encaja con una carrera como la suya, dedicada a sacar partido de los instintos básicos del público. Pocas cosas hay más sensuales que una patria, a parte del cuerpo de una mujer. Lástima que la letra sea tan mala, que recuerde tanto a las limitaciones de la artista, que se acostumbró a convertir su estilo de aficionada en un elemento de morbosidad, cuando era joven.
Si Sánchez quería aprovechar la situación política para dar un golpe de efecto, podía haber cantado el himno en astur-leonés. Al fin y al cabo, todo el mundo sabe que la reconquista empezó en Covadonga. También podía haber buscado a alguien con gracia que le hiciera la letra, en vez de tirar de unos versos tan pobres. Los elogios que Sánchez ha recibido de los dirigentes jóvenes del PP y de Ciudadanos, recuerda que los españoles disfrutan de un avivamiento patriótico. Pero también que España había querido ser una democracia fresca y moderna y, a base de buscar el camino fácil, se ha ido volviendo rancia y vulgar.