Pere Aragonès es un político trabajador y obediente. Pocos dirigentes de ERC conocen tan bien la letra pequeña de la vida institucional y de partido como él. Vive oculto dentro de esta  concha de escorpión típica del político superviviente que sabe que su carrera e incluso su felicidad personal dependen más de sus cálculos que de la coherencia ideológica o su capacidad de liderazgo.

Ni que solo fuera por ósmosis, de joven tuvo momentos románticos y arriesgados. Cuando era portavoz de las JERC, formó parte del núcleo que empujó las bases de ERC a votar contra el Estatut y también de la corriente crítica Esquerra Independentista. No deja de tener gracia que el vicepresidente del Govern surgido del 155 empezara su carrera bajo el ala radical de Uriel Bertran y de Elisenda Paluzie.

Aragonès fue uno de los pocos supervivientes de las contradicciones y la inestabilidad que aquel primer asalto independentista creó dentro de ERC. Primero se salvó de la purga ejecutada por la cúpula de su partido porque formaba parte de las juventudes. Después, cuando Uriel Bertran se preparaba para presentarse en el congreso extraordinario de 2008, se echó atrás y pactó con Joan Puigcercós.

Nacido en 1982, está acostumbrado a jugar a caballo ganador. Es hijo de una familia prominente de Pineda de Mar y su abuelo fue alcalde de la población durante el franquismo. El padre es una de las fortunas de Pineda y había estado vinculado a CiU. Quizás por esta base familiar, la identidad de Aragonès está más dispuesta a obedecer para poder mandar, que a tener discurso e iniciativa propia.

Diputado desde los 24 años, es el único representante de la ERC del tripartito que queda en el Parlament. Cuando Puigcercós le dio las llaves de la formación republicana a Oriol Junqueras, entró en el paquete de nuevos dirigentes. Aunque empezó con fuerza, ya entonces no representaba la vitalidad del independentismo, sino la parte de ERC que ha utilizado el conflicto con España para intentar sustituir a CiU.

Plantó a Uriel Bertran cuando pedía un referéndum de autodeterminación y en la última legislatura fue cómplice del engaño del Govern a la población cuando iba diciendo que preparaba estructuras de Estado. De carácter discreto y eficaz, dentro de ERC ha hecho todos los papeles. Empezó a destacar en las comisiones técnicas del Parlament y ha ido de alcaldable en Pineda dos veces.

Cuando Junqueras fue nombrado vicepresidente del gobierno de Junts pel Sí, la carrera de Aragonès dio un salto y ocupó la Secretaria General d'Economia. A diferencia del exvicepresidente, y también de Lluís Salvadó y de Josep Maria Jové, que han sido perseguidos por la justicia española, Aragonès continuó en la Conselleria con la aplicación del artículo 155.

Salvador Sostres escribió que los funcionarios que llegaron de Madrid para intervenir la autonomía quedaron sorprendidos por el servilismo del joven republicano: "Parece que en cualquier momento tenga que levantarse para jurar la bandera española", le dijeron al columnista de ABC. Aragonès ha sido uno de los ideólogos del repliegue de ERC y cuando Marta Rovira se marchó al exilio el partido quedó en sus manos.

Motivado por las ganas que tiene de ver reconocido su trabajo de gestor, es un segundo perfecto para un gobierno sin capacidad política, que solo podrá oscilar entre la gesticulación pujolista y el perfil técnico. Su falta de carisma y liderazgo permitirá a Puigdemont convocar elecciones cuando le convenga para intentar ganar terreno a ERC. Su vicepresidencia económica contribuirá a blanquear los presupuestos del PP, gestionados por Pedro Sánchez.

Aragonès parece el último suspiro de un régimen que es cada día que pasa más impostado y artificial. El liderazgo es una construcción social y cuando un sistema decapita de manera sistemática a las figuras más brillantes y generosas de un grupo determinado, los líderes se empequeñecen y alcanzan una pequeñez inversamente proporcional a las mentiras y los fantasmas que hacen falta para sostenerlos.