Quim Arrufat es la figura que mejor representa las hipocresías y las contradicciones de la CUP. A mí me recuerda a Íñigo Errejón de Podemos, tanto por el prestigio que tiene entre las personas ajenas a su formación, como por la cultura política que representa, más académica que creativa, más teórica que práctica.
Nacido en la Seu d'Urgell en 1982, se dio a conocer después de las elecciones del 2012, cuando la CUP irrumpió en el Parlament con tres diputados. Mientras que Isabel Vallet se mantuvo en una posición coherente, Arrufat y David Fernàndez edulcoraron la imagen de la formación con un tándem mediático muy eficaz, en términos de división del trabajo.
El talante emotivo y sentimental de Fernàndez enseguida hizo posicionar a su pareja como una figura fría, maquiavélica e intelectual. Durante la campaña electoral, había circulado un vídeo donde Arrufat se dirigía a Merkel en alemán, y recuerdo la risita paternal y nerviosa del presidente Mas un día que el cupero habló en inglés en el Parlament, después de citar a Baruch Spinoza.
En un país acomplejado por el cosmopolitismo español, el hecho de que Arrufat hable siete lenguas, sea un activista cultivado y haya vivido en el extranjero le dio un extra de prestigio y de credibilidad. El cupero rompía con la imagen del anarquista incendiario y grosero con unos discursos muy bien construidos, que ponían en evidencia el desgaste y el poco fondo intelectual de la retórica autonomista.
Licenciado en Ciencias Políticas, en el 2009 Arrufat entró a trabajar en el Centre Internacional Escarré per a les Minories Ètniques i les Nacions (CIEMEN), una asociación no gubernamental fundada por un monje de Montserrat. El mismo año fue escogido concejal de Vilanova i la Geltrú, cargo del que dimitió cuando entró en el Parlamento de diputado.
Activo en los grupúsculos de la izquierda vilanovesa desde los 14 años, creció admirando la revolución zapatista del Subcomandante Marcos, en Chiapas, que tuvo su momento dorado durante los años 90. Otro caso que conoce bien es el del Kurdistán, donde ha estado varias veces como activista y como observador internacional.
El CIEMEN le permitió profundizar en el caso kurdo y conocer organismos como el Consejo de Derechos Humanos de la ONU o la Red Mundial. Aun así, la afición por el Kurdistán le viene de la época universitaria.
Haciendo un Erasmus en Estambul se hizo amigo de un kurdo que era hijo de un alcalde de Ergani y que le hizo ver las coincidencias entre los revolucionarios del Kurdistán y los movimientos indígenas de Sudamérica. El caso kurdo lo llevó a interesarse por el mundo árabe, hecho que motivó una estancia en Túnez poco después del atentado de las Torres Gemelas, cuando el país norteafricano se encontraba en plena dictadura.
Con este currículum, siempre me ha parecido sorprendente que tuviera una actitud tan tibia durante los meses del 9-N. Arrufat me parece un caso clásico de activista que ha encontrado, en la defensa de países más o menos remotos, una forma de sublimar la insatisfacción y la impotencia que produce la situación política en Catalunya.
Quizás por este motivo, pese a su experiencia internacional y sus estudios, su influencia en los posicionamientos de la CUP ha sido escasa en los últimos meses. Ablandado por los elogios de la prensa procesista mientras era diputado, en el 2015 todavía colgó en el Facebook una nota que decía que en el 9-N no se podía celebrar un referéndum porque el Estado no es "Blancanieves".
Aunque después del 9-N fue el primero que salió en el Parlament a decir que la consulta había sido una farsa, durante las tensas reuniones que la precedieron se opuso a los partidarios de pedir la dimisión del presidente Mas si no se ponían las urnas. Mientras Mas era presidente, siempre sostuvo con una tranquilidad paradójica que el líder de Convergència sería independentista mientras su partido ganara elecciones.
Pienso que es muy curioso que un político que defiende la viabilidad del Kurdistán y del movimiento zapatista no conciba que una sociedad que ha hecho la primera revolución antifeudal, y una revolución industrial con cuatro arroyos medio secos, pueda celebrar un referéndum de autodeterminación.
Hace unos días, en una entrevista en VilaWeb, todavía decía que "depende en buena parte del Estado español" que el referéndum prometido por Puigdemont se pueda hacer, y que "si el Estado nos impide el referéndum tendremos que hacer una declaración de independencia", como si un país que no puede celebrar un referéndum tenga opción alguna de sostener un Estado independiente.
En la primera ronda de las elecciones españolas, en diciembre del 2015, Arrufat dijo que votaría En Comú Podem. Durante los agrios debates que los resultados del 27-S provocaron dentro de la CUP, se mantuvo en un discreto segundo plano, y desde entonces ha tratado de hacer de puente entre Endavant y Poble Lliure, que era partidario de investir Mas.
Responsable de relaciones internacionales de la CUP hasta hace un par de meses, y miembro del secretariado de organización, Arrufat es profesor asociado de la UB desde hace un año y medio, concretamente de la facultad de Derecho, que en gran parte está controlada por la derecha española y los comunistas del entorno de Ada Colau. En el 2010 redactó un capítulo del libro Construint municipi des dels moviments socials, en el que también colaboró la primera líder de Podemos, Gemma Ubasart.
A diferencia de los comunes, Arrufat ve perfectamente los mecanismos de dominación que el Estado español utiliza en Catalunya y los ha descrito muy bien en entrevistas y discursos. Pero como pasa a muchos otros politólogos y constitucionalistas parece que haya comprado la idea de que la política es inseparable de las leyes y los marcos estatales.
Cuando dice que es la hora que la CUP genere "cuadros y reflexión estratégica en el ámbito nacional" pienso en el peligro de que la formación acabe por convirtirse en una máquina de generar cargos. Eso mismo le pasó al PSUC y ya le ha pasado a Podemos, por ejemplo, que suerte ha tenido de la crisis monumental que la defenestración de Pedro Sánchez ha provocado en el PSOE.