15 de enero del 2016. Jordi Basté acaba la primera entrevista a Inés Arrimadas como jefa de la oposición. Pero la líder de Ciudadanos pide la palabra. "Tenía muchas ganas de venir a Rac1, porque me comentaron que en el Versió del 7 de enero hicieron una imitación mía que consistía en que no podía responder nada porque Albert no me había dicho lo que tenía que decir. Y eso es machismo". Basté responde que es sátira política y no machismo. Se añaden Ernest Folch, Glòria Serra, Jordi Bosch y Albert Gimeno. La discusión dura 17 minutos. El instante retrata cuatro cosas. La capacidad de debate de Arrimadas —desconcertar al adversario con interrupciones constantes y repetición de argumentario hasta el agotamiento—. Su constancia. La voluntad de diferenciarse de Albert Rivera. Y la cantidad de críticas que recibe, algunas fuera de tono, como la de Núria de Gispert, que hace unos días le dijo en Twiter que por qué no vuelve a Cádiz.
Sí. Inés Arrimadas (Jerez de la Frontera, 1981) es andaluza de nacimiento, salmantina (los cuatro abuelos son de Salmoral) de origen y catalana de adopción. Sin embargo, aunque políticamente está situada en uno de los bloques irreconciliables, igual que su triángulo ibérico, su biografía tanto podría ser utilizada en contra por los enemigos de cada bando, como le serviría de salvoconducto a los amantes de la Catalunya mestiza. Como si hubiera una pura. A saber.
Inés es la pequeña de cinco hermanos e hija de Rufino Arrimadas y de Inés García. Rufino, nacido en 1937 en Salamanca, estudió Derecho y se fue a Barcelona a hacer de policía durante los años sesenta, pero la familia nunca ha dado detalles sobre esta etapa. En 1970 se va a Jerez, oficialmente porque los padres de la mujer tenían negocios en el Puerto de Santa María y querían estar cerca. Allí el padre pasa a trabajar de abogado, con una breve entrada en política como concejal de UCD entre 1979 y 1983. El primo de su padre, Moisés Arrimadas, fue delegado del ministerio de la Vivienda en Cádiz en los sesenta y gobernador civil y jefe del Movimiento en Cuenca y Albacete. Pero, ah, Arrimadas está casada con un independentista, el exdiputado de CiU Xavier Cima, de quien se enamoró en el Camp Nou. Y en el Parlament ha hecho amistad con diputados de su generación que militan en otros partidos y no precisamente en el PP. La afición al Barça —en la escuela se llegó a disfrazar de Ronaldo—, la admiración por el catalán del Guardiola jugador, el pasado barcelonés de la familia y el hecho de trabajar en una empresa catalana, llevaron a Arrimadas a Barcelona. Después de estudiar en Nuestra Señora del Pilar, licenciarse en Derecho y Administración de Empresas en la Universidad Pablo Olavide de Sevilla, y de hacer un Erasmus en Niza, Arrimadas empezó a trabajar en la consultora Daleph. A menudo iba a reuniones a Barcelona, y se quedó a vivir aquí en el 2008. Habla inglés, francés, castellano y catalán. Y fue ella la que pidió a la empresa que le pagara las clases de catalán, porque no aprendía suficiente en los cursos del Consorci per la Normalització Lingüística y porque todo el mundo le hablaba en castellano.
No es esta una biografía que case con el neolerrouximo ni con el uso político que hace su partido de la lengua. De hecho, no fue hasta que en octubre del 2010 acompañó a una amiga a un mitin de Ciudadanos en el Romea. Por lo tanto, no es del núcleo fundador antinacionalista. Se siente más cómoda atacando la corrupción. Pero ha sido la primera en sacar rédito del procés. Ha sabido ser más dura que el PP y obtendrá voto prestado del PSC, el PP y Podem. Ciudadanos nunca habría podido aspirar a ganar si no hubiera sido porque el procés ha despertado el españolismo, así como el PP ha hecho crecer el independentismo.