21 de enero del 2016. Oriol Junqueras está a punto de entrar en un plató de TV3. Se está jugando un Madrid-Barça de la Eurolliga de baloncesto. El líder de ERC se lo mira relajado desde la sala de invitados conversando con los cámaras y los técnicos. No es ajeno a los platós. Trabajó antes de entrar en la política, por ejemplo como historiador de cabecera de El favorit. "Qué tardes esas en las que hacían Bola de Drac y después la Copa de Europa de Baloncesto", comenta. Y todo el mundo piensa en Epi, Sibilio y Solozábal. El Barça gana con una cesta en el último segundo.
Este relajamiento no le impide entrar después en el plató, debatir con Josep Maria Ureta y explicar en una pizarra la teoría que aquellos días exponía como vicepresident y conseller de Economia: los mercados financieros preferirán un país pequeño que pague la deuda que uno grande que no pague y, por lo tanto, obligarán al Estado a negociar la independencia. El momento explica su máxima "suaviter in modo fortiter in re", suave en las formas, duro en el fondo. Explica las expectativas fallidas del procés y qué papel quería jugar. Y concluye que ahora es él El favorito, en una campaña que pasa encerrado "en una prisión en la meseta de Castilla", como ha escrito desde Estremera. Qué paradoja: puede ganar como el Cid, pero no llegar a ser nunca investido president. Y consciente, ha señalado a Marta Rovira.
Es imposible hacer un perfil de quien ahora es un preso político. Te tiene que cambiar a la fuerza. 16 horas al día en una celda, encerrado a cal y canto, marcan. Durante un mes con Carles Mundó, el hombre que cerró la Modelo, la prisión sobre la cual Junqueras escribió un libro. Ahora lo acompaña Quim Forn. Juntos en la celda, en listas separadas. Apuesta junquerista desde la prisión, donde sabrá el éxito de su apuesta viendo, a la fuerza, TVE. Mientras tanto, escribe y lee. Un vaticanista que ha leído mucho en la vida. Un católico que, como tal, se ha declarado pacifista ante el juez.
Sus profesores del Liceo italiano ya le hablaban del compromiso histórico entre la democracia cristiana y el comunismo. Y este pacto lo ha obsesionado. Como alcalde de Sant Vicenç dels Horts pactó con CiU e ICV. El mismo acuerdo que tuvo en el Parlamento europeo con Tremosa y Romeva. Ha incorporado los democristianos a ERC. Y ahora quiere coser los comunes/podemitas —el célebre pacto Roures—. El independentismo ha necesitado un parche y el riesgo de un país deshilachado, como previó Aznar, ha cernido porque con el PP el alfiler ha tenido otro uso, no se sabe si a pesar de o gracias a Soraya.
Oriol Junqueras (Sant Andreu del Palomar de Barcelona, 1969) se doctoró en Historia del pensamiento económico en la UAB. Y fió el proceso a la teoría de juegos multilateral mientras hacía la carrera de Rebelde sin causa con el PDeCAT, que llevó al 1-O, la declaración suspendida, las elecciones no convocadas, la desaparición del Govern, la huida a Bruselas y el 155. Dicen los críticos que siempre se ha puesto de perfil para recoger los frutos del abrazo del oso —mutuo— a los exconvergentes, pero afronta la amenaza de 30 años de prisión por rebelión, lejos de su pareja, Neus, y de sus hijos Lluc y Joana. Cuando escribió Les proclames de sobirania de Catalunya, quizás no se podía imaginar que protagonizaría una tan extraña y de consecuencias —todavía— imprevisibles.