Los datos provisionales del escrutinio electoral del 23 de julio han puesto sobre la mesa el concepto de amnistía, otra vez. Pero en esta ocasión, llama la atención cómo los tertulianos, periodistas y demás generadores de opinión lo abordan como si fuera la primera vez que se habla de ello. Bienvenido sea, en cualquier caso, abordar el concepto que tanta falta hace comprender y aplicar en estos momentos en el Estado español, en mi opinión. Publicaba Europa Press que el Acuerdo catalán por la Amnistía y la Autodeterminación ve un "apoyo estructural" a ambas demandas. Fueron más de 300 entidades las que se adhirieron al Acuerdo Social por la Amnistía y la Autodeterminación en Catalunya, el pasado mes de octubre. Firmaron distintas formaciones políticas como ERC, Junts, la CUP, Guanyem, Demòcrates y Comunistes de Catalunya.
Consideran que los resultados de las elecciones generales del pasado domingo demuestran que la demanda democrática del fin de la represión y de la resolución democrática del conflicto se sintetizarían en la doble demanda de amnistía y de autodeterminación. Y consideran que hay un apoyo social, estructural estable y permanente en Catalunya. Esto es, sin duda, un punto de acuerdo y entendimiento de la sociedad catalana que se siente representada por el soberanismo, más allá del independentismo.
Pero, ¿cómo entender esto desde una perspectiva española? Como castellana, que no siendo independentista, sí soy soberanista, entiendo que ha llegado el momento de que en España se hable de amnistía para resolver la situación de conflicto con Cataluña. Por justicia, por inteligencia y porque deberíamos demostrarnos, todos, que la política, el debate y el diálogo son herramientas útiles en una democracia que se jacta de serlo y que, sin embargo, ha optado hasta ahora por el insulto, la censura, la violencia, la persecución, la privación de libertades y derechos. Algo que, sin lugar a dudas, ha dejado muy tocada la imagen del Estado español desde una visión demócrata y desde el exterior.
El PSOE asegura que no negociará nada que esté fuera de la Constitución. ¡Como si eso significase algo! Obviamente, es algo esencial que no haría falta explicar, pero como estamos en esta nueva política donde lo evidente hay que señalarlo, pues con esto ya tienen un titular. Poco se habla de la ley de Amnistía que está vigente en nuestro sistema constitucional, con la que se perdonaron delitos gravísimos, de lesa humanidad, como torturas, asesinatos, desapariciones. Y es sorprendente que esa ley, que ha protegido a verdaderos asesinos, parezca ser un problema ahora para ser aplicada a personas pacíficas que han defendido unas ideas políticas que, dicho sea de paso, también reconoce la Constitución.
Plantear una amnistía para los miles de personas que han sido perseguidas, juzgadas, multadas, acosadas por defender la independencia de Catalunya es fundamental si se quiere avanzar en este país por la senda de la democracia. Y tomar buena nota de que no hay otro camino que no sea el de la política, el diálogo y la negociación para abordar estas cuestiones. Así nos ahorraremos todos situaciones lamentables como las que hemos vivido durante los últimos años. Lógicamente, habrá quien prefiera que todo esto se arregle a golpe de porra, de cárcel, de multa y de censura. Porque le rentará dándole votos. A esos ya les conocemos y sinceramente, poco sirven para una sociedad que necesita aprender a convivir y a respetarse.
Hablar de amnistía es, en definitiva, hablar de democracia. Porque si fuimos capaces en este Estado de amnistiar a verdaderos monstruos, no se entiende que ahora cueste trabajo hablar de esta medida para los independentistas catalanes. Sánchez no debería tener la más mínima duda para poner en marcha esta cuestión. Debería ser el punto de partida para todo lo demás. Y esto podría hacerse sin tener miedo a quedarse fuera de la Constitución o del sistema jurídico actual.
Desde las filas del PSOE algunos van más allá. Y habría que prestarle atención a lo que están planteando: el secretario general del PSOE en Euskadi, Eneko Andueza, apuesta por la reforma de la Constitución. Considera que habría que explorar un modelo federal "que se ajuste más a la situación territorial que se vive en España". "Todos debemos ser conscientes de que tenemos una Constitución que no va a permitir hacer nada de lo que van a exigir alguno de los partidos nacionalistas. Es mucho mejor vivir juntos, con un modelo territorial que permita vivir en concordia".
Y yo me pregunto: ¿tanto problema hay en hablar y hacer política? ¿En defender distintas alternativas que permitan convivir y mantener un clima social positivo, donde las lenguas, las culturas, y las diferentes necesidades de los territorios puedan llegar a ponerse sobre una mesa de manera transparente y sin trampas? Para ello, que es fundamental en un territorio como el español, donde abordar la diversidad es crucial para avanzar, la base ha de ser la amnistía. No cabe otra, porque no se puede soplar y sorber al mismo tiempo. Y seamos honestos de una vez: lo que sucedió en Cataluña en 2017 debería haberse resuelto de otro modo, entre mil opciones, pero jamás de la manera en que se hizo. Una forma que, a estas alturas, queda claro que solamente pretendía beneficiar al Partido Popular más radical, que ha desaparecido por algo. Como Ciudadanos.
Mientras tanto, Puigdemont, sigue ahí. Manteniendo el apoyo social en los votos que le respaldan. Manteniendo su libertad y ejerciendo, para más inri, como representante de más de un millón de ciudadanos que depositaron el voto en las pasadas elecciones europeas. Ha tenido que llegar esta curiosa aritmética electoral para que algunos rebajen su tono de insultos y mentiras y comiencen a comportarse un poquito como personas civilizadas. Porque lo dijimos siempre y ahora con más fuerza: Puigdemont no es un huido de la justicia, sino que, precisamente, salió de España para buscarla. Y que, lejos de suponer una amenaza para España, su lucha está sirviendo para que este Estado se mire al espejo y aborde reformas y debates que jamás se atrevió a afrontar.