Esta semana hemos visto saltar por los aires la coalición de gobierno formada por el PSOE y Unidas Podemos. Lo cierto es que cabría preguntarse si alguna vez hubo una unión real o si unos han usado a los otros para sus propios intereses.
Lo que, sin duda, ha quedado de manifiesto ha sido la absoluta incompetencia del ministerio de Igualdad, que a pesar de haber recibido advertencias previas a la aprobación de la conocida como ley del solo sí es sí, prosiguió su hoja de ruta, con el respaldo del PSOE, para aprobar una ley que no ha conseguido otra cosa más que generar una sensación de desprotección a las víctimas de la violencia de género.
Ahora, ocho meses después, el PSOE se da la mano con el PP para enmendar la ley de Montero, dejando en ridículo a la ministra y a todos aquellos que prefirieron acusar a los jueces de "machistas" en lugar de reconocer su absoluta falta de responsabilidad en esta cuestión.
Y por supuesto, Pedro Sánchez, ausente. No ha estado presente en la votación de esta modificación, como tampoco lo estuvo cuando su partido, el PSOE, presentó la propuesta de modificación. Escurriendo el bulto, como hace habitualmente, después de haberse puesto medallas y felicitado por la aprobación de una ley que nacía ya tocada de muerte.
Son muchas las conclusiones que podemos sacar de este episodio de la política española, pero quizás la más necesaria y urgente es: ¿hasta cuándo vamos a seguir permitiendo que los que dicen representarnos en realidad estén más pendientes de sus propios réditos que de nuestros beneficios?