Los mapas meteorológicos nos alertan con colores rojos, morados, para señalar la situación en la que el verano nos ubica. En realidad, las temperaturas son las que siempre han sido, incluso por debajo de lo que recordamos en nuestra infancia, cuando los cuarenta grados a la sombra eran lo más habitual en pleno mes de julio y en la meseta castellana. 

Pero a juzgar por la situación política que vivimos, la verdad es que el color de alerta máxima no está mal elegido. 

La decisión del archivo temporal de la causa abierta por terrorismo en la Audiencia Nacional, ha supuesto un duro varapalo para su juez instructor, García Castellón, y la vuelta a casa de Marta Rovira y de Ruben Wagensberg. Está pendiente la llegada de Puigdemont, que, sin duda, supondrá un hito histórico y una bola difícilmente digerible para las togas y los que urdieron el plan. Como dijera el fiscal general Maza, la caída está siendo más dura de lo que se esperaban. Y seguiremos viéndolo. 

Pero además, el mapa se calienta con la ruptura de los pactos de gobierno entre el PP y Vox, a causa, o con la excusa, del reparto de menores no acompañados provenientes de la inmigración irregular. Un asunto del que pocos quieren hablar, y del que desde luego no se muestran elementos fundamentales, como por ejemplo, que la inmigración ilegal esté siendo utilizada como parte de una guerra híbrida en la que se pretende desestabilizar a España, y también, claro está, a la Unión Europea. 

Un verano al rojo vivo, que promete seguir subiendo la intensidad de los colores.