Durante esta semana hemos podido comprobar cómo la política española no ha sido capaz de responder adecuadamente, ni siquiera en lo más mínimo, a las personas afectadas por la DANA en Valencia. A medida que vamos conociendo la situación, los hechos, la realidad se nos presenta demasiado hostil como para asimilar que el Estado ha sido incapaz de actuar a tiempo y de manera mínimamente responsable. Entienda que refiriéndome al Estado, incluyo en él también a las autoridades valencianas. No se salva nadie del tremendo desastre cuyos daños podrían haberse evitado, en gran medida, de haberse abordado las precauciones y la intervención necesarias.
Esta semana, también, observamos con interés el triunfo electoral de Donald Trump en Estados Unidos. Un giro de los acontecimientos geopolíticos que, sin lugar a dudas, traerá consigo cambios, tanto en la administración norteamericana como en nuestro continente. Está por ver que Trump cumpla alguna de sus promesas electorales. Pero, sin duda, buena parte de los votos apuntan a la necesidad de la población norteamericana de un gobierno que invierta dentro, que se preocupe dando prioridad a los problemas de sus ciudadanos, en lugar de destinar miles de millones de dólares a guerras externas. Quizás sea verdad y la guerra en Ucrania llegue pronto a su fin. Esperemos que también llegue a término la de Oriente Medio. El impacto en Europa ha sido ya visible esta semana en el gobierno alemán. Probablemente, sea la antesala de lo que vendrá: cambios y giros en discursos que han sido durante los últimos tiempos excesivamente radicales y polarizadores.