Los tiempos que estamos viviendo actualmente, están marcados por los cambios frenéticos. Por el giro constante de los acontecimientos, por la incertidumbre como norma.
Observamos que la llegada de Trump al gobierno de Estados Unidos supone un tsunami que se extiende por los continentes. Ya pueden notarse los efectos en Oriente Medio, así como en Ucrania, puntos candentes de los conflictos bélicos que ponen en peligro el equilibrio, la convivencia, y que han alterado las relaciones internacionales de manera extrema durante los últimos años.
El giro en Siria es una evidencia de ello. Un conflicto que había quedado congelado durante la última década, se ve "resuelto" en a penas 48 horas. Un hecho que, sin duda, traerá consecuencias aún por determinar.
Un movimiento que parece apuntar también al fruto de una negociación para la paz en Ucrania.
Todo esto se decide desde instancias en las que la ciudadanía no está ni se la espera. Pero se nos dice que son los partidos políticos quienes representan nuestros deseos. ¿Este discurso puede seguir aguantando más tiempo? Parece que no. La sociedad, a nivel global, parece estar dándose cuenta ya de que la partitocracia es una manera de gobernarnos más totalitaria que democrática. Las decisiones de los partidos se toman a la sombra de los intereses de los grandes poderes, que son quienes "ponen y quitan" a las formaciones, así como a sus líderes, según convenga para sus propios intereses.
La ciudadanía, por su parte, sustenta el sistema pagando impuestos y cumpliendo con las normas establecidas para mantener una paz social. ¿Existen realmente mecanismos que le permitan al pueblo cambiar las estructuras de poder? ¿O más bien estamos atrapados en este sistema de partidos?