Esta semana el Tribunal Supremo ha confirmado la absolución de Tamara Carrasco. Es la tercera absolución ante las acusaciones tan graves que hace cuatro años se hicieron contra ella.
¿Cómo es posible en una democracia que se supone debe velar por la presunción de inocencia, que una persona viva confinada en su pueblo, que su imagen haya salido en todos los medios de comunicación, que sepamos dónde vive, cómo vive, su nombre completo cuando no había ni una sola prueba para poder acusarle de semejantes barbaridades?
¿Es una democracia tan plena aquella que tras tres pronunciamientos judiciales de absolución no ocupa en sus medios de comunicación al menos el mismo tiempo y con la misma intensidad espacios para informar de la inocencia de Tamara Carrasco?