Tras la negativa de Rubiales a dimitir en la Asamblea Extraordinaria de la Real Federación Española de Futbol (RFEF) del pasado viernes, el Gobierno, a través del Consejo Superior de Deportes (CSD), decidió actuar e interpuso una denuncia en el Tribunal Administrativo del Deporte (TAD) por el posible incumplimiento del artículo 76.1.a de la Ley del Deporte, que hace referencia al abuso de autoridad; y del artículo 14.h del Real Decreto 1591/1992, sobre Disciplina Deportiva, que censura "los actos notorios o públicos que atenten contra la dignidad o el decoro deportivos".
La FIFA impuso una sanción provisional el pasado sábado 26 de agosto para un periodo de, al menos, 90 días. Precisamente este viernes, el TAD ha abierto expediente a Rubiales con esa falta "grave" y no "muy grave", como pedía el CSD. El período máximo de inhabilitación sería ahora de dos años y el CSD no podría suspenderlo de sus funciones por su cuenta, pero este pedirá medidas cautelares para suspenderlo. ¿Por qué se ha tomado esta decisión? La causa podría encontrarse en que se ha aplicado la Ley del Deporte de 1990, porque la de 2022 (que sí lo califica como muy grave) no tiene aprobado el reglamento de régimen sancionador. Tenían 6 meses para desarrollarlo y no se ha hecho. Para poder apartar del cargo al presidente de la RFEF, el CSD necesitaba que la causa fuera considerada “muy grave” y de este modo, El TAD trunca los planes del Gobierno para suspender a Rubiales.
Se inician, por tanto, los procesos de investigación, y en su caso sanción, por un hecho que ha polarizado la opinión española. Y es que, sin dejar de lado que la imagen del beso, supuestamente robado, fue impactante, no es menos importante el hecho de que la jugadora restó total importancia a lo sucedido, incluso bromeando sobre ello y manifestando públicamente que, desde su punto de vista, aunque reconocía no haberle gustado, le parecía algo normal que no debía sacarse de contexto ni exagerarse. Algo que, precisamente, no se ha hecho, sino más bien todo lo contrario.
En mi opinión, se ha perdido con este asunto, la oportunidad de generar un debate abierto, sereno y constructivo sobre los límites de las costumbres, de lo que consideramos “normal” y de lo que en realidad puede ser una situación desagradable e incluso, denigrante. Hemos perdido la oportunidad de analizar qué ocurre cada día cuando a los más pequeños les obligamos a besar o a ser besados, como señal de una educación mal entendida. Cómo las costumbres hacen que en muchas ocasiones nos veamos obligados a tener contactos físicos que en realidad no deseamos.
Se podría haber aprovechado el marco excelente que nos han brindado las ganadoras mundiales, para explicarle al mundo que la fina línea entre la educación y una intromisión en la intimidad es motivo para recapacitar. Sin embargo, lejos de servir para aprender, para presentar unas disculpas y celebrar una victoria, se ha generado una batalla en la que las versiones se han retorcido, se han manipulado los hechos y se está en algunos casos exagerando lo que, si bien, podría haberse analizado con rigor y con sensatez, está pasando a ser un espectáculo bochornoso por las declaraciones, manipulaciones y actuaciones de los medios de comunicación.
La justicia deberá investigar lo sucedido; y de hecho, se espera respuesta también de los tribunales sobre si admitirán o no la denuncia que se ha interpuesto también contra la jugadora, que ha cambiado su versión a lo largo de los días, pudiendo deberse a presiones externas recibidas. Pero mientras tanto, sí deberíamos reflexionar, una vez más, sobre la importancia que tiene no perder de vista la presunción de inocencia, la ponderación y mesura y no dejarse llevar por los intereses que se nos escapan, cuando de cazas de brujas se trata.
No hay que olvidar que estamos hablando de una celebración, exagerada, sí; pero un pequeño gesto al fin y al cabo, que se está utilizando para intentar fomentar un debate de manera errónea, en mi opinión. Evidentemente, tenemos serios problemas a la hora de abordar el abuso hacia las mujeres. Pero, sin restarle importancia a este hecho, creo que no es comparable con la enorme carencia de medios, de eficacia y de atención que sufren las víctimas de casos infinitamente más graves que no llenan portadas, ni ruedas de prensa, ni agendas de ministros. Y eso, sin lugar a dudas, pone de manifiesto que la desigualdad existe, también entre las propias mujeres.