La decisión tomada por el Tribunal General de la Unión Europea (TGUE) supone un paso más en el largo camino que se emprendió desde el exilio. Supone, sin lugar a dudas, una muesca más que pasará a la historia de una Europa que pasa por sus días más tristes en cuanto a democracia, libertades y transparencia se refiere.
Pero todavía queda camino por recorrer: está por ver cómo reaccionará Llarena ante la retirada de la inmunidad; está pendiente la respuesta de la presidenta del Parlamento Europeo sobre la presencia de Comín y Puigdemont el lunes que viene en Estrasburgo. Habrá que ver, también, el resultado de la sentencia que deberá dictar el Tribunal Superior de Justicia de la Unión Europea (TJUE), que seguramente llegue en el momento en que la legislatura del actual Parlamento Europeo haya acabado. ¿Se volverán a presentar a las elecciones europeas? ¿En qué momento político llegará la resolución final?
No cabe duda que todo este asunto será crucial para sentar un precedente a nivel europeo sobre la defensa democrática y pacífica de las ideas. Sobre el sentido que tienen las formaciones políticas y sus programas electorales cuando resulten incómodos al establishment. Una lección que estamos estudiando en directo y que, sin lugar a dudas, tendrá una enorme incidencia en el futuro de la Unión.