Una semana convulsa, en la que las posiciones se han dividido por bandos. Los terribles bandos que se empeñan muchas veces en justificar lo que hacen aquellos que creen "los suyos" y en no aportar absolutamente nada positivo para la comunidad, y mucho menos, para tratar de ayudar a esos cientos de miles de personas que se encuentran absolutamente desamparadas y vendidas por intereses de los que no se habla.
En esta entrega analizo lo sucedido estos días: quienes han intentado justificar de alguna manera el atroz atentado del grupo terrorista Hamás, acusando a Israel de haberse saltado el Derecho Internacional durante décadas; y, por otro lado, quienes no son capaces de criticar las decisiones de un gobierno, el de Netanyahu, que de manera imperdonable no ha mantenido la seguridad que del Estado con mayor seguridad del mundo se esperaba.
La Tierra Prometida, que tanta sangre lleva derramada, tanto de palestinos como de israelíes, sigue de nuevo cobrándose vidas. Y desde fuera, a lo lejos, algunos se comportan como si unas vidas valieran menos que otras. Esto es injustificable, se mire como se mire. Y es urgente, en mi opinión, alzar la voz de una vez y ser conscientes de que la política, que a su vez está sometiéndose a intereses geoestratégicos para la explotación de recursos naturales (aquí pocos hablan de la explotación de gas en la Franja de Gaza y de los acuerdos con empresas extranjeras tanto por la Autoridad Palestina como por el gobierno de Israel), no puede seguir cobrándose vidas de personas inocentes. Ni jugar con el abastecimiento de agua, de luz, o de acceso y libertad de movimientos en los territorios.