El mundo tiene la mirada fijada en Afganistán. La ocupación del territorio por parte de las milicias talibanas han forzado a miles de ciudadanos a intentar huir del país. Muchos de ellos, sin embargo, se han quedado atrás. La mayoría de misiones de evacuación se han dado por finalizadas después de los atentados por parte del Estado Islámico-K, que provocó la muerte de al menos 183 personas y 200 heridos. Es  en este contexto que historias como la del Sayed Sadaat se viralizan.

Sadaat tiene 49 años, vive actualmente en Alemania y trabaja como repartidor de comida en una bicicleta - lo que conocemos hoy día como un rider. Pero el cargo que ocupaba en su país de origen es muy distinto, era ministro de comunicaciones de Gobierno, al que  renunció por una serie de desacuerdos con miembros del círculo del presidente.

El exalto cargo se adelantó a la irrupción de los talibanes y decidió marcharse meses antes. El año pasado dejó atrás su vida en Afganistán para buscar lo que todos los migrantes forzosos quieren: un futuro mejor y más seguro.

Según ha explicado a Reuters la decisión de marcharse no fue bien recibida por sus familiares, es más, lo criticaron para aceptar este tipo de trabajo. Él lo tiene claro: "No tengo que sentirme culpable por nada".

 

 

Ahora, su familia desea seguir sus pasos, al igual que tantos otros. El número de solicitantes de asilo afganos en Alemania ha aumentado en un 130% desde principios de año, en vistas de la retirada de las tropas norteamericanas, según los datos de la Oficina Federal de Migración y Refugiados.

El panorama, sin embargo, es desolador. Muchos todavía tienen la esperanza de ser rescatados por los aviones provenientes de diferentes países. Otros intentan encontrar otras rutas a pie.

El exministro cuenta con la doble nacionalidad, podría haber escogido emigrar al Reino Unido, pero se trasladó a Alemania antes de que se produjera el Brexit con la esperanza de tener encontrar un lugar en el sector de las telecomunicaciones.

Sin embargo, junto a su bicicleta, Sadaat lamenta que, a pesar de su larga trayectoria en el sector público y las titulaciones en tecnología de la Información y en telecomunicaciones, no ha encontrado trabajo.

"El idioma es la parte más importante", asegura. Por eso, cada día estudia durante 4 horas en una escuela de idiomas antes de empezar la jornada laboral de 6 horas por la noche.

Aunque reconoce que, al principio, el trabajo no era fácil - ni siquiera sabía montar en bicicleta - está satisfecho: "Cuanto más sales, más gente conoces, más aprendes".