Dicen los estrategas de campaña de Junts pel Sí que uno de los secretos de su plácido y efectivo funcionamiento está en la avenida Madrid. Allí, cerca del cruce con Carlos III, tienen instalado el cuartel general de la candidatura. Nada lo identifica desde fuera. Y, una vez dentro, tampoco nadie diría que desde allí se ha cocinado durante dos meses el hilo argumental de un pulso al Estado. Unas hileras de mesas con gente trabajando diligentemente. Las paredes desnudas. Algunos carteles en el suelo, todavía sin tiempo para colgarlos. Dos salas con paredes de cristal y mesas de reuniones. Y al fondo, el cerebro de la bestia: una sala sin luz natural con una pizarra blanca y una gran mesa con sillas –diferentes– alrededor.
Todo empezó a las 11 de la noche del 13 de julio. Aquella noche, después de diez horas de reuniones en el Palau de la Generalitat, se dio por cerrado un acuerdo entre Artur Mas y Oriol Junqueras para presentar una lista conjunta a las elecciones del 27S. Era el punto final de una agria etapa de tira y afloja entre las cúpulas de las dos formaciones.
Ocho meses antes había habido la propuesta de Mas en una conferencia en Barcelona de un gran acuerdo con una lista unitaria y una hoja de ruta de 18 meses; y la réplica –también en conferencia– de Junqueras rechazando la lista unitaria. Acto seguido, frialdad y distanciamiento. Tensión entre los líderes de las dos formaciones. Amodorramiento de la oleada independentista en la calle, mientras las acusaciones de corrupción seguían torpedeando a CiU.
Tensión
A finales de febrero la tensión subía unos grados más con la decisión de ERC de votar a favor de la comparecencia de Mas en la comisión Pujol. Las elecciones municipales de mayo serían un nuevo toque de alerta a las filas independentistas y, de manera especial, a la formación de Junqueras que –después de ganar un año antes en las europeas– quedaría en tercera posición en Catalunya.
El 20 de junio, Mas hacía una nueva conferencia en Molins de Rei planteando que la sociedad civil liderara la candidatura y apuntaba la posibilidad de no encabezarla... Este tenía que ser el último intento para un acuerdo y todavía parecía imposible, teniendo en cuenta la apuesta de ERC y la CUP por una lista civil sin políticos.
Pero las encuestas, una tras otra, irían alertando a los partidos de que por separado no sumarían. “Los soberanistas sólo suman si hay lista única el 27-S”, advertía el 12 de julio en portada la encuesta de La Vanguardia.
A las once de la noche del 13 de julio, cuando en el Palau de la Generalitat se encendió la luz verde del acuerdo, faltaban sólo 11 semanas para las elecciones, y los meses de tensión entre convergentes y republicanos proyectaban muchas dudas. Demasiadas dudas. El acuerdo de aquella noche se traduciría en situar a Raül Romeva de cabeza de lista, y Carme Forcadell y Muriel Casals en los sitios dos y tres. Mas, número cinco, y Junqueras de seis. El primer reto era conseguir que el acuerdo saliera adelante. Y conseguirlo casi sin tiempo para poner en marcha la maquinaria.
Todos mezclados
La sede de la Avenida Madrid fue una decisión rápida. En 24 horas la oficina estaba preparada. “Todo el mundo está mezclado. Se aplica una lógica de operatividad y eficiencia y no una lógica del origen de cada persona”, explica el republicano Lluís Salvadó. Esta dinámica se ha acabado imponiendo con naturalidad, hasta en las decisiones más cotidianas de funcionamiento.
Según Salvadó, a nivel nacional no se ha registrado ninguna incidencia durante estos dos meses. Otra cosa es a nivel local, donde sí ha habido algún problema, en buena medida provocado por los arañazos que todavía supuran en algunas localidades desde las elecciones municipales del mes de mayo. “Pero rápidamente se han superado”, asegura.
La maquinaria de trabajo se pone en marcha por la mañana con el comité de dirección que se reúne a las 8 h. Oriol Soler en representación de la sociedad civil, Francesc Homs (CDC) y Salvadó (ERC) encabezan esta primera cita, muy reducida, apenas los acompañan los responsables de comunicación de los partidos. El objetivo es analizar mensajes y estrategia. Los temas están muy estudiados para sintonizar el discurso. Incluido el debate sobre la corrupción, uno de los primeros que se puso sobre la mesa con una reunión al máximo nivel y sobre el cual se ha construido toda una estrategia.
Las redes son básicas en la campaña. Cada mañana desde la sede electoral se envían 450.000 e-mails con acciones y llamamientos concretos. Y más de 60.000 wasaps. Todo aporta a los más de 100.000 candidatos apuntados y a los voluntarios registrados argumentarios y carteles que se pueden descargar y distribuir en sus ámbitos y entornos próximos.
Paralelamente se desarrolla la campaña más convencional. Con actos en el territorio. En todos los pueblos. Los responsables de los partidos admiten que la entrada de la sociedad civil ha desbordado sus previsiones. La movilización se evidencia en la participación en los actos públicos y con cualquiera de las iniciativas que se ponen en marcha.
El desafío
¿Y el día siguiente del 27S? “Esperemos los resultados”, pide Salvadó. La hoja de ruta que fijaron los partidos con la ANC y Òmnium fija un proceso constituyente que se tiene que cerrar en un periodo máximo de 18 meses. “Cuando los retos son tan grandes, tendríamos que ser poco inteligentes para que la ilusión no supere cualquier discrepancia que pueda aparecer”, asegura el dirigente republicano.
Da la impresión de que la dinámica que se ha instalado estos dos meses de trabajo en común tendría que ayudar a que todo ruede con más comodidad. Incluso en la comunicación entre Mas y Junqueras, un punto considerado delicado durante meses y que estas semanas se ha tenido que engrasar. No sólo para abordar la campaña sino todo el proceso que empieza el día 28 y que los líderes de las dos formaciones ya están perfilando. Esta noche, Junts pel Sí se marchará de la sede de la avenida Madrid.
La campaña se habrá acabado y llegará la hora de demostrar si la dinámica de trabajo conjunta queda cerrada entre aquellas cuatro paredes desangeladas o sigue funcionando.
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