Con el buen tiempo cerca, llega el momento de pensar en la temida operación bikini, en cambiar el jersey, que todo lo tapa, por prendas más ligeras y, el momento más temido, el hecho de sacar la ropa de verano y comprobar que igual no nos queda tal y como lo recordábamos. Así, en esta época, las dietas vuelven a todas las conversaciones y con esa idea de comer más sano también llegan los antojos y los caprichos.

Es decir, es empezar a cuidarse y nuestro cerebro parece ir por libre, tanto que incluso es normal creer que nos sabotea. Ya nunca nos pide una manzana a media tarde o un yogur desnatado a media mañana. Los dulces y los carbohidratos se presentan como la opción ideal en cualquier momento, hasta el punto de crearnos una obsesión. Pero, ¿por qué nuestro cuerpo tiene esa tendencia por estos alimentos? ¿Por qué de repente tenemos una necesidad imperiosa de comernos un plato de pasta o un bollo? A continuación, las 4 principales razones por las que tu cuerpo te pide estos productos (o tú crees que te los pide).

Las 4 razones por las que tu cuerpo te pide azúcar e hidratos

Dopamina

¿Te suena? Cada vez se escucha más hablar de la influencia que tienen tanto las hormonas como los neurotransmisores en nuestro bienestar y también conocemos a más de estos “personajes”. A la dopamina se le conoce como la hormona del placer por algo muy sencillo, cuando se activa, nos sentimos bien. El cerebro segrega dopamina cuando nos abrazamos, pero también cuando consumimos azúcar. Junto a ella va un buen puñado de endorfinas, esas que nos generan una sensación de satisfacción y felicidad. Sin duda, una combinación perfecta.

Tu cuerpo te pide hidratos / Foto: Pixabay

Pero, ¿cuál es el problema? Que somos un poco adictos a la dopamina y siempre queremos más. Por eso, cuando estamos tristes, cansados, de mal humor o simplemente aburridos, el cuerpo nos pide alegría y una de las formas más fáciles es con algo dulce. Y esa es la base de cualquier adicción, ya sea al dulce cuando estamos tristes, a los videojuegos o a las drogas (aunque suene muy duro). Es ese subidón repentino de bienestar y placer lo que nos hace caer una y otra vez en el ir a comprar un donut o una bolsa de patatas fritas.

Falta de energía

Los hidratos de carbono son una de las principales fuentes de energía para nuestro organismo, además es bastante rápida, es decir, lo consumes y automáticamente tu cuerpo se activa. Un plato de pasta con algo de proteína es el equivalente a enchufar un móvil con un cargador ultrarrápido.

Somos un poco adictos a la dopamina y siempre queremos más / Foto: Pixabay

¿Sabes por qué la comida favorita de la inmensa mayoría de los niños son los macarrones? Porque su estómago es más pequeño y todavía saben escuchar a su cuerpo y parar cuando están saciados. Por eso, ellos siempre quieren comer los alimentos que les proporcionan la energía que necesitan y esta la obtienen de la pasta o del pollo empanado. La verdura solo les llena. Eso sí, tú no te mueves tanto como ese niño de dos años que no sabe lo que es estar sentado. Así que no siempre la solución es un plato de pasta o arroz. En muchas ocasiones, ese antojo al final del día es simplemente sueño y la mejor opción es cenar algo ligero y meterte en la cama.

Dormir mal

Hablando de sueño. Según la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición, dormir poco puede producir un aumento de concentración de ghrelina, una hormona que regula el apetito junto a la leptina. La primera le dice a tu organismo que falta energía y que coma, mientas que la segunda es la encargada de avisar en el momento que ya estamos saciados. Según varios estudios, un sueño de baja calidad confunde a estas hormonas y provoca que la ghrelina exija a nuestro organismo comer en momentos en los que no es necesario debido a que la falta de energía no está provocada por una ausencia de alimentos, sino de descanso de calidad.

Dormir mal o el estrés son algunas de las causas / Foto: Pixabay

Estrés

O simple aburrimiento. El hambre emocional nos lleva a cometer muchas tonterías en forma de antojos sin sentido o atracones sin medida. Se junta una parte de todas las razones citadas anteriormente, un cóctel explosivo si tenemos la despensa llena. El hambre emocional confunde cualquier tipo de emoción (estrés, aburrimiento, ansiedad, cansancio, excitación…) con hambre, lo que provoca que se coma compulsivamente. Además, a este tipo de antojos no les suelen gustar las opciones saludables.

Nadie dice “estoy muy nervioso, voy a comerme una manzana”. Por lo general, creemos que nos va a tranquilizar mejor un paquete de galletas de chocolate, un bollo relleno de crema, un sándwich, etc. Y esto tiene una razón de la que ya hemos hablado, la liberación de determinadas hormonas que nos ayudan a sentirnos mejor, pero solo en ese preciso momento.

¿Cómo puedo evitarlo?

Es mucho más fácil de lo que parece y para conseguirlo solo tienes que seguir estos pasos:

  • Fuera tentaciones. Si en casa no tienes galletas o dulces ante los que caer, será más fácil. Así que empieza por una limpieza de la despensa.
  • Aprende a escuchar a tu cuerpo. Sientes la necesidad de zamparte una bolsa de patatas fritas, pero, ¿por qué? Con unos segundos de reflexión entenderás que estás ocultando otro sentimiento y que ese atracón no te llevará a ningún sitio mejor.
Busca opciones saludables para evitar los atracones / Foto: Pixabay
  • Busca opciones saludables. No se trata de pasar de 0 a 100, así que elige productos que te gusten, pero no sean muy dañinos para salud. Por ejemplo, los cereales mejor que sean integrales o a la hora de un snack salado.
  • Compensa. Si te mueres por un plato de pasta con tomate, añade una buena ración de verduras, si con lo que sueñas es con algo de chocolate, que sea negro y si quieres un bocadillo, que sea con pan integral y un embutido de calidad.

Y si te interesa mucho el tema, es ideal el libro de David Ludwig ¿Siempre tienes hambre? Controla tus antojos, entrena tus células y pierde peso para siempre. Entenderás mucho mejor cómo funciona tu cuerpo y le podrás perdonar por intentar sabotearte todas tus dietas.