Cuando se piensa en España, es inevitable que la sangría aparezca como uno de los iconos del país. Esta bebida tradicional, caracterizada por su color rojo intenso y su sabor dulce y refrescante, ha conquistado paladares de todo el mundo y se ha convertido en un símbolo de la cultura española. ¿Sin embargo, por qué siempre se habla de la sangría como un producto con poco prestigio si gusta a tanta gente?
Una bebida icónica
La sangría es una bebida alcohólica elaborada tradicionalmente con vino tinto, fruta cortada, azúcar y un toque de licor, como brandy o triple seco. La receta varía según la región y el gusto de quien la prepara, pero los ingredientes básicos son siempre el vino y la fruta. A veces se añade algún refresco para hacerla todavía más refrescante. Aunque la versión clásica se hace con vino tinto, existen variaciones con vino blanco o cava, a menudo denominadas "sangría blanca".
Para los visitantes, tomar sangría en una terraza con vistas al mar o en una plaza soleada es una experiencia que define el ideal de vacaciones
Una de las claves del éxito de la sangría es la popularidad que tiene entre los turistas. Para los visitantes, tomar sangría en una terraza con vistas al mar o en una plaza soleada es una experiencia que define el ideal de vacaciones. Si bien es cierto que se trata de una bebida muy refrescante y sabrosa, el éxito de la sangría no radica en qué es, sino en qué representa. La sangría es el producto cliché que buscan los turistas cuando visitan España, igual que podría ser la baguette en Francia o la pizza en Italia, con la diferencia que los franceses sí que comen baguette y los italianos consumen pizza a menudo. Pero los españoles no beben sangría cada día; la sangría se ha convertido en un producto reservado prácticamente solo a los turistas.
El origen del mito
Aunque el origen de la sangría se remonta a varias regiones mediterráneas, su popularidad internacional se consolidó gracias al turismo de masas que empezó en España a mediados del siglo XX. A partir de los años 60 y 70, con la llegada de visitantes del norte de Europa, la sangría se promocionó como un producto típico de la cultura española. Festivales, mercados y restaurantes empezaron a ofrecerla como una alternativa exótica y festiva al vino tradicional que cautivó la atención de los turistas. Hoy día, la sangría es más que una bebida: es una experiencia cultural. Aunque algunos locales prefieren otras opciones más tradicionales, como el tinto de verano, la sangría sigue siendo un elemento indispensable del imaginario turístico español que, por suerte o por desgracia, ha quedado estrechamente ligado con el turismo de borrachera o el turismo de playa masivo que recibe el Estado cada año.