El Delta del Ebro es una de las zonas más vulnerables de Catalunya a los efectos del cambio climático. El temporal Glòria de hace 4 años fue un aviso importante, pero parece que solo miramos al sur cuando hay desgracias. La DANA de la última semana, con consecuencias trágicas en el País Valencià, ha tocado también las comarcas de las Terres de l'Ebre, aunque no ha causado tantos daños como en otras ocasiones. Un territorio a menudo menospreciado, muy vulnerable a la crisis climática y que reclama soluciones inminentes para anticiparse a un problema inevitable.
Un territorio en peligro
En el extremo oriental del Delta del Ebro encontramos la Isla de Buda, un terreno de unas 1.000 ha que forma parte del Parque Natural del Delta del Ebro. Se trata de un espacio de titularidad privada, propiedad de Guillermo Borés, tercera generación de la familia que gestiona la isla desde los años 20 del siglo pasado. Se trata de la isla más grande de Catalunya, situada entre el río Ebro, el mar Mediterráneo y el río Migjorn, un río distributario—que deriva de un río principal mayor— del Ebro. Como se ubica en la punta este del Delta, es el territorio más expuesto a las inclemencias meteorológicas.
Si dejamos morir un territorio lleno de gente que se gana la vida de trabajar la tierra, las consecuencias para el resto del país pueden ser desastrosas
Borés denuncia que las instituciones los tienen abandonados. Afirma que la situación de la isla es crítica y que si no se toman medidas inminentes, la isla desaparecerá en los próximos 10 o 15 años. "Vivimos un drama medioambiental y los políticos son responsables porque nos silencian sistemáticamente", afirma el propietario de la isla. Con el objetivo de alzar la voz y denunciar su situación, Borés creó hace casi una década la marca de arroz Isla de Buda, una plataforma que le sirve para comercializar el arroz que cultivan en las 180 ha de cultivo de la isla y para hacer de altavoz de su lucha. Los paquetes de arroz, de las variedades autóctonas bomba y marisma, además de las habituales instrucciones de uso, tienen también un mapa y un párrafo en que explican la historia y la situación de la zona. Un arroz que comercializa a través del grupo Sagardi y que se puede encontrar en diferentes restaurantes de Catalunya, como el restaurante Cadaqués de Barcelona.
Regresión constante
Borés narra cómo era la vida en la isla cuando era pequeño. Recuerda que antes podía llegar en bicicleta al faro de la Isla de Buda, una estructura que actualmente descansa a 10 metros bajo el mar y a 3 km de distancia de la costa. Una distancia de tierra que se ha ido perdiendo con los años a causa de la erosión del litoral. La Isla de Buda es un paraíso natural con una gran variedad de fauna y flora salvaje que vive bajo la amenaza constante de la intrusión de agua salada a consecuencia de los fuertes temporales.
Hay que tener en cuenta que la Isla de Buda es un espacio de titularidad privada. Borés afirma que el traspaso de la propiedad y la gestión de la isla a las instituciones públicas es uno de los posibles futuros de los pantanales. Dice que no tiene nadie que pueda tomar el relevo de la gestión familiar que hace un siglo que dura y que una de las posibles soluciones sería convertir la isla en suelo público. Pero independientemente de quién gestione la isla y de cuántas parcelas se cultiven en el Delta, es evidente que si dejamos morir un territorio lleno de gente que se gana la vida de trabajar la tierra, las consecuencias para el resto del país pueden ser desastrosas; si no cuidamos el Delta nos quedaremos sin el mejor arroz del país y arruinaremos la vida de los millares de personas que viven allí.
Aunque la Isla de Buda es una de las zonas más expuestas al mar, el Delta del Ebro en conjunto es un espacio vulnerable. La Barra del Trabucador o la Punta del Fangar son algunos de los espacios donde el retroceso de la costa se hace más visible cuando llegan temporales como la DANA de la semana pasada. Un problema aparentemente invisible que requiere medidas inmediatas para ponerle remedio.