Más allá de los gustos particulares de cada persona, es innegable que el chocolate blanco tiene la peor fama entre los entendidos (y no tan entendidos) del mundo del chocolate. Si el chocolate negro siempre ha sido considerado el rey de la fiesta y el chocolate con leche algo más o menos tolerable (el 50% del consumo mundial sigue siendo de esta variedad), el chocolate blanco suele despertar ciertos recelos entre los amantes del chocolate. Muchos afirman que no es ni siquiera chocolate. 

La razón es muy sencilla: en su elaboración no se utilizan sólidos de cacao, sino simplemente manteca de cacao. Algo que puede ser motivo suficiente para retirarle la categoría de chocolate y considerarlo un subproducto o un dulce a secas.

Aunque el proceso de elaboración es similar a otros chocolates más aceptados por los consumidores, es cierto que en términos de salud, un chocolate blanco nunca tendrá las propiedades beneficiosas asociadas al cacao. Tampoco las feniletilaminas presentes en el cacao, y a las que el chocolate debe esa fama de afrodisíaco que tan extendida está.

El proceso de elaboración es similar a otros chocolates

Más allá de que, efectivamente, se pueda catalogar y etiquetar como chocolate, es cierto que la variedad blanca también se presta a algún que otro engaño. El más habitual es emplear otro tipo de aceites vegetales en lugar de la manteca de cacao, algo que acabaría dando al chocolate una tonalidad demasiado blanca en lugar del color marfil, que es el que debería tener un chocolate blanco más original y fiel a su orígen. 

Chocolate Blanco
Chocolate Blanco / Fuente: Unsplash

Entrar en el debate de si es mejor o peor que el chocolate negro o con leche ya es más complejo y subjetivo. De hecho, se trata de un enfrentamiento que tampoco tiene mucho sentido, porque a nivel organoléptico son tan diferentes que no se pueden catalogar como buenos o malos, sino que dependerá de la subjetividad del consumidor y del gusto de cada uno. Y ya sabemos que en cuestión de gustos son pocas las cosas que se pueden afirmar con rotundidad.

Así que mientras el chocolate blanco se lleva toda la fama, nosotros ponemos sobre la mesa otro tema que, sin duda, puede dar mucho que pensar. ¿Cómo es posible que haya tantos chocolates que sepan igual si dependen de un producto natural como el cacao, con diferentes orígenes, tostados, fermentaciones…? Algo que resulta tan inquietante como si muchos vinos del mercado tuvieran un sabor casi idéntico más allá de sus variedades de uva o zona, por ejemplo.

Blanco y negro
Blanco y negro / Fuente: Unsplash

La respuesta es muy sencilla: han sido procesados en exceso para quitar el protagonismo al fruto y al plantador, y garantizar un mismo estándar de calidad y sabor homogéneo año tras año. La verdad, a nosotros nos parece más preocupante eso que si el blanco puede llamarse o no chocolate. Y es que quizás por tener un sabor más común o homogéneo, nos estamos perdiendo matices que nos harían tener un paladar más rico, nunca mejor dicho.