Uno de los bares más míticos e históricos de Barcelona cierra las puertas. Se trata del bar Versalles, abierto desde 1915, y uno de los más aclamados para el público local y la gente de Sant Andreu. Según ha adelantado Betevé, el alquiler de 10.000 euros sería el principal motivo: 10.000 euros mensuales que imposibilitan la continuidad de un negocio que ha marcado décadas y décadas de gloria a la restauración barcelonesa. De hecho, quién pasee por la calle Gran de Sant Andreu 255, verá cómo los vidrios|cristales del local están tapados con papeles, una acción que hicieron los inquilinos|arrendatarios el viernes pasado.

Valla el bar Versalles, icónico de Sant Andreu

Vamos a cierre sonado por mes, como mínimo. Y es que en las últimas semanas el sector de la restauración ha visto cómo tres locales con mucha personalidad y recorrido bajan la persiana por diferentes razones. Uno de ellos fue el restaurante Fermí Puig, que anunció la clausura por jubilación a finales de verano, otro bar famoso de Sant Andreu, el bar La Gamba, por jubilación del propietario encierra a las personas después de 50 años sirviendo en el barrio. Y, por último, el restaurante de postres más famoso del mundo, el Espai Sucre, también dijo adiós en las últimas semanas.

Fundado hace 109 años, la familia Heredero inauguró el Versalles, que pasó de padre a hijo dentro de esta familia hasta que en el 2004 se añadió al negocio un antiguo trabajador, Eduard Colomé. En el 2009 se traspasó para volver a reabrir un año después con la voluntad de recuperar aquella esencia de un bar que tenía enamorados los andreuencs.

La última reseña del Versalles

Ahora hace quince meses, celebrábamos los 108 años del Versalles visitándolo para hacer una pequeña y bonita reseña sobre uno de los bares más míticos e históricos, solo de Sant Andreu sino de Barcelona.

Las bravas son la prueba del algodón de cualquier bar. Pueden dejar tan en evidencia una cocina, que yo ya hace tiempo que no me arriesgo. La España democrática y las bravas son dos cosas que ya no pido. Cuando me invitaron al bar Versalles, sin embargo, alguien se me adelantó, pidiendo una ración. Las patatas que nos trajeron, de corte alargado y grueso, con guacamole picante, concassé chilli, cebolla rota y arena de aceituna negra, hicieron que mis convicciones más firmes flaqueasen. Dicen que el sótano del restaurante se utilizaba como refugio antiaéreo durante los años treinta, y aquellos lingotes de tubérculo me hacían dudar: si ahora mismo sonaran las sirenas, ¿podría dejar este plato a medias?

Los matinales en el Versalles, sin embargo, dan mucho más de sí. Sirven callos, capipota, bacalao con sanfaina. Y bocadillos de todo tipo: el de meloso de ternera y cebolla crocanti hace de mal compartir, de quan bueno está. Sus cocas de cristal, hechas con un pan de Folgueroles bastante esponjoso, son más que recomendables. De escalivada y atún. De queso brie y jamón ibérico. De butifarra y queso de cabra. De lujo, tú. Y todo ello servido en un espacio sensacional: el edificio modernista Casa Vidal, una de las construcciones más identificativas del barrio de Sant Andreu desde 1915. La luz natural invade el local con impertinencia, los techos de altura gigantesca te hacen resignificar el término «amplitud», y la barra rectangular le da un toque clásico al más puro estilo Cheers.