Semana sí, semana también, tenemos que lamentar cierres importantes en Barcelona y por todo Catalunya. El Bar Boia de Cadaqués, que todavía acarrea protestas y quejas por su adiós, era uno de los últimos que anunciábamos y al que ahora se suma el Bar Bruxas, en el barrio del Poblenou. Según ha podido saber este diario, no se trata ni de cuestiones familiares ni de la desidia burocrática que implica tener un negocio en la capital catalana. Han confirmado a La Gourmeteria que el 25 de febrero será el último día con la persiana subida y que a partir del miércoles 26 cogerá las riendas el nuevo propietario, sin revelar qué tipo de establecimiento será.
Cierra un mítico bar en el Poblenou 20 años después de abrir
El cierre del Bar Bruxas supone una tristeza para el barrio del Poblenou, ya que era un espacio de reunión y encuentro de las personas mayores y, sobre todo, de los buenos esmorzadors de forquilla que se reunían los fines de semana. Entre semana, comida excepcional de este icónico bar de Sant Martí. “Contentos por el trabajo hecho durante dos décadas, sentimos nostalgia por despedirnos de nuestra gente”, han declarado a La Gourmeteria. Precisamente, hace pocas semanas visitábamos el Bar Bruxas y hacíamos una reseña para dar a conocer este local lleno de buena gente.
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Lo primero que se observa es la magnífica terraza orientada al sol, perfecta para días gélidos en pleno invierno. Desde fuera, se puede comprobar nítidamente que es uno de aquellos bares de toda la vida, ni bonitos ni feos, más funcional que otra cosa, que ha sido capaz de mantener la esencia con el paso del tiempo. Las máquinas de tragaperras, la barra de aluminio y las mesas repartidas por el comedor. Del techo cuelga un ventilador de aspas que muy seguro debe ayudar a pasar las tardes más calurosas del verano, también un espejo y unos cuadros del mismo estilo, que cuelgan de las paredes.
Una vez dentro, el local está lleno de abuelos jugando al dominó y la butifarra, pero curiosamente no hay nadie comiendo. Uno puede sospechar que se ha equivocado de local, temprano o de día, o las tres cosas. Pero preguntando al chico de detrás de la barra, a Jesús, puede confirmar un error a los más novatos: “Los desayunos de tenedor los hacemos solo el fin de semana, sábados y domingos, el resto de días solo hacemos bocadillos”, asegura.
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Cuándo llega el sábado, no te lo pienses dos veces y ve hacia el bar Bruxas otra vez. Parece el día de la marmota, pero esta vez, tan pronto como traspases la puerta, sentirás aquel aroma profundo, mezcla de diferentes olores, fruto de horas de hervor en la cocina, que impregna el ambiente y al mismo tiempo lo convierte en una verdadera casa de comidas. A diferencia del otro día, el local está a reventar y ciertamente te llena el alma ver la parroquia probando la tripa de ternera, las manitas de cerdo, el fricandó, el rabo de buey con judías o las albóndigas que tan bien prepara Berta.
Berta y su hijo Jesús cogieron el local ahora hace veinte años, cuando él perdió el trabajo. Trabajaba de mecánico de motos al lado del bar, pero cerraron el taller donde trabajaba y decidieron encargarse del bar, que, por otra parte, ya existía, pero como club de petanca del barrio. Hoy por hoy, se puede comprobar cómo han cambiado la petanca por el dominó y la butifarra mirando las mesas llenas de abuelos jugando y charlando.