El 18 de abril de 1961 fue el día más importante en la vida del granjero Joe Simonton. El día de la Tortita Cósmica. La despejada mañana en que interrumpió su apetitoso desayuno al escuchar un sonido «similar al de neumáticos frenando sobre pavimento mojado» para, en consecuencia, asomarse al soportal y encontrar un objeto plateado similar a un plato suspendido a ras del suelo de su patio. Salieron del vehículo tres hombrecillos de piel aceitunada y uniformes de diseño avanzado. Le extendió, uno de ellos, una jarra plateada de un material similar al de la nave, haciendo un gesto a Joe de que la llenara. Solícito, el hombre entró en la casa y escuchó, mientras vertía el agua, el crepitar de algo siendo cocinado desde la nave. De vuelta, los extraterrestres le correspondieron con cuatro tortitas, regresaron al platillo, despegaron y desaparecieron rápidamente dibujando una parábola de luz en el cielo. Con avidez gurmé, Simonton dio buena cuenta de las siderales viandas y resolvió, poco después, que sabían «a cartón quemado.» Tal episodio —reforzado por el testimonio de un camionero que reportó haber avistado un objeto volador con idéntica descripción, a la misma hora y desde un tramo cercano de la carretera 70 de Eagle River, Wisconsin— pasó a engrosar el imaginario colectivo como el Eagle River Close Encounter al suscitar una gran repercusión mediática a la par de una exhaustiva investigación que fue archivada como «inexplicable» y en la que llegaron a participar el Dr. J. Allen Hynek y Jaques Vaillée, que por aquel entonces trabajaban para las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos. Los restos del banquete cósmico, eso sí, fueron analizados y revelados como ingredientes de origen terrestre. Más allá de la veracidad que uno le esté dispuesto a conceder al asunto, lo fundamental en toda la historia es cómo ésta se desarrolla según los más universales criterios de urbanidad y cortesía. Las visitas se pueden hacer por diversos motivos, pero todas deben guardar algo en común: el connatural intercambio de comida. En caso de ser uno el visitante, llevar algún presente en forma de alimento o bebida (de ser posible, un producto de la tierra) o, de hallarte en la coyuntura de anfitrionar, ponerte un poco espléndido y ofrecerle al forastero, si no un banquete, cuanto menos algún refrigerio. No le descubro nada a nadie afirmando que reunirse en torno a una mesa es un rasgo que caracteriza a la mayor parte de las culturas. Por eso resulta sorprendente que en el programa de los cursos de Diplomacia Galáctica que oferta en línea desde su página web el Exopolitics Institute (exopoliticsinstitute.org), no se contemple ninguna lección al respecto. La exopolítica, para quien todavía no lo sepa, es el estudio que aspira a ultimar los detalles de los aspectos políticos, las instituciones y los procesos claves en la interacción entre posibles civilizaciones extraterrestres y la especie humana. El término fue acuñado a principios del año 2000 por el autor, abogado, futurólogo, y activista por la paz, el medio ambiente y contra las armas espaciales Alfred Webre, y se difundió como materia interdisciplinaria a través del trabajo de un grupo de diplomáticos, periodistas y activistas que abogan por la desclasificación de archivos relativos a contactos con extraterrestres. Pues bien. Desde su site, el instituto ofrece cursos a distancia para toda aquella persona interesada en incorporar la expolítica a su currículum, sea éste de «periodista, diplomático, educador, artista, científico, historiador, investigador, abogado, político, profesional de la salud, del gobierno, la religión o los negocios». Esto es, la práctica totalidad del espectro profesional a excepción de aquellas ocupaciones relacionadas con la hostelería y la restauración. El diplomático intergaláctico en ciernes tendrá oportunidad de profundizar mediante estos planes de estudios en aspectos como la «ciencia» y la «espiritualidad» de las sociedades extraterrestres; cuestiones sin duda importantes en aras de no pecar de cateto ante los visitantes, pero no hallará, en cambio, pista alguna sobre qué canapés, cócteles de bienvenida o brunch de negocios resultan del gusto de estos próceres del espacio, que sin duda agradecerían el gesto tras un viaje tan largo.

Por si tamaño ágape no fuera un soborno suficientemente explícito, a los invitados (permítaseme el uso del género masculino, pues los líderes mundiales son 27 hombres frente a 4 mujeres) se les obsequió con monedas acuñadas por la Fábrica de Moneda y Timbre con motivo del 275 aniversario del nacimiento de Francisco de Goya. Si es que Goya es la polla.

José Andrés, cocinero y cónsul / Foto Forbes

Un ejemplo de que no estoy sobredimensionando mi extrañeza ante tamaño descuido es la cena del miércoles en el Museo del Prado, en la que José Andrés, superchef español nacionalizado estadounidense, deleitó a los 31 líderes de la OTAN durante la presentación del «Concepto Estratégico», el documento en el que se detalla la hoja de ruta estratégica de la geopolítica universal en los próximos años. Pedro Sánchez, el anfitrión, supervisó personalmente el menú euroatlántico que consistió en un aperitivo a base de bacalao, naranja y remolacha, seguido de un gazpacho de bogavante. El plato principal fue una paletilla de cordero, cocinada a baja temperatura, acompañada de un puré de limón. El postre, que ha sido bautizado como «sabores de Madrid», combinó el fresón de Aranjuez, el anís de Chinchón, el barquillo y el caramelo de violeta. Por si tamaño ágape no fuera un soborno suficientemente explícito, a los invitados (permítaseme el uso del género masculino, pues los líderes mundiales son 27 hombres frente a 4 mujeres) se les obsequió con monedas acuñadas por la Fábrica de Moneda y Timbre con motivo del 275 aniversario del nacimiento de Francisco de Goya. Si es que Goya es la polla. La diplomacia madrileña parece tener claro que a los peces gordos se dejan atrapar por un suculento cebo ¿Por qué, en cambio, tanta bisoñez en una organización política, el Exopolitics Institute, un emisariado intergaláctico, que aspira a estar, no ya por encima de la ONU, que ya no pinta nada, sino por encima de la mismísima OTAN?

El bloque atlantista y el soviético compartiendo dándose una tregua / Foto Kiwi Farms